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Mi corazón mexicoamericano está sangrando | Reimagining Politics

Un residente de dos naciones analiza las relaciones entre los Estados Unidos y México después de la masacre de El Paso.

 

Como ciudadano estadounidense y residente permanente de México, la masacre del 3 de agosto de 2019 de 22 personas en un Walmart en El Paso, Texas por un nacionalista blanco de 21 años, el cual hace eco del discurso de odio antihispánico del presidente Donald Trump, es doblemente desgarrador para mí ya que mi vida y mis amistades más cercanas se dividen entre los dos países.

 

Durante una videollamada con mi amigo mexicano y socio comercial, Roberto Carvallo en la Ciudad de México, el día después de los tiroteos en El Paso, nuestra conversación se tornó al humor negro al intentar navegar por lo malévolo que estos momentos. Compartí mi creencia de que el tiroteo y la retórica antimexicana de Trump están vinculados. Roberto me respondió con un tono irónico: «Pero amigo mío, no se decía que todos los latinos son violadores y traficantes de drogas…así que para muchos, el tiroteo no les brinda problema alguno”. Nos reímos entre lágrimas y pesar, pero decidimos buscar formas para contribuir y revertir esta narrativa venenosa.

 

México, más allá del racismo

 

La historia personal de Roberto en sí ofrece una contra-narrativa al tráfico nacionalista blanco de Trump en clichés ignorantes. Asistió a universidades en México, Australia y Europa convirtiéndose en una especie de embajador mexicano de facto con su propio programa de radio en español en Australia. Terminó su tesis doctoral sobre filosofía y epistemología realizando investigación en la biblioteca del Instituto Max Plancken Berlín. Amaba Europa pero también echaba de menos México y decidió regresar para fundar Terraética, una consultora ambiental que lo convirtió en un líder educativo en el mundo de las organizaciones sociales mexicanas.

 

La realidad del México que Roberto y yo amamos y compartimos comprende un círculo diverso de amigos que reflejan el cosmopolitismo vibrante de la sociedad mexicana moderna, incluidos científicos ambientales, cantantes de ópera, empresarios, artistas, diplomáticos, líderes electos, arquitectos que practican la acupuntura urbana, portavoces indígenas, profesores universitarios y más.

 

La narrativa xenofóbica mexicano-estadounidense que informa tanto a la presidencia de Trump como a las acciones del asesino de El Paso no solo es falsa, es culturalmente letal, con graves efectos distorsionadores en las relaciones internacionales.

 

La policía informa que el asesino enfrentó al Walmart en El Paso «en busca de mexicanos para matar» antes de regresar para comenzar a disparar. Al menos ocho de sus víctimas eran ciudadanos mexicanos o ciudadanos estadounidenses de origen mexicano.

 

Existe un vínculo directo entre las acciones del tirador y los viles insultos antimexicanos con los que Trump lanzó su candidatura presidencial en 2015 y continúa utilizando para impulsar su presidencia. El camino hacia el asesinato en masa en El Paso comenzó con el odio de Trump del anuncio presidencial del 16 de junio de 2015.

 

“¿Cuándo vencemos a México en la frontera? No son nuestros amigos, créeme. Cuando México envía a su gente, no están enviando lo mejor. Están enviando personas que tienen muchos problemas, y están trayendo esos problemas … Están trayendo drogas. Están trayendo el crimen. Son violadores «.

 

Interconexiones Mexico-Americanas

 

La realidad diaria de las relaciones mexicano-estadounidenses no se parece en nada a este chivo expiatorio racista. El Departamento de Estado de los Estados Unidos señala que México y los Estados Unidos tienen «… amplios lazos comerciales, culturales y educativos, con … miles de cruces fronterizos legales cada día». México es el segundo mayor mercado de exportación de los Estados Unidos, con $ 678 mil millones en comercio entre los Estados Unidos y México.

 

México es el principal destino extranjero para los viajeros estadounidenses. Se estima que 1.5 millones de ciudadanos estadounidenses viven en México, más que cualquier otro país extranjero. Pew Research informa que los hispanos de origen mexicano siempre han sido el grupo hispano más grande en los EE. UU., desde 1860, considerando la anexión de lo que hoy día es California, Nevada, Utah, Wyoming, Colorado, Arizona y Nuevo Mexico durante la cesión mexicana del 1848. En 2018, las personas de origen mexicano representaban el 63.3% de los 58.9 millones de hispanos de EE. UU.

 

La obstinada realidad de la historia enclavada en estas estadísticas no va a cambiar. Lo que debe cambiar en lugar es la profundidad de nuestro entendimiento con respecto a la enorme diversidad e importancia cultural de nuestros vecinos mexicanos. Nuestra interconexión debe ser motivo de celebración, no de vilipendio y el sueño loco de construir un muro de 3.219 kilómetros a través de nuestra frontera compartida.

 

Aunque México tiene solo el 1% de la superficie terrestre, es la quinta nación con mayor diversidad biológica en el mundo, con todo, desde cordilleras nevadas hasta selvas tropicales. Designado como una de solo 17 «naciones megadiversas» por la Convention on Biodiversity, México contiene más del 10% de la diversidad biológica del mundo, incluido más del 50% de las especies de plantas conocidas, y ocupa el segundo lugar en número de ecosistemas. Preservar esta diversidad natural invaluable en una era de disrupción climática transnacional y extinciones de especies requiere cooperación internacional, no confrontación sin sentido.

 

México también es una de las naciones con mayor diversidad étnica y cultural del mundo, con 62 grupos indígenas reconocidos constitucionalmente que hablan una variedad igual de lenguas nativas únicas. Las primeras civilizaciones mesoamericanas se arraigaron en México. El descubrimiento en 2006 en Veracruz de una tableta de piedra olmeca de 3.000 años con un alfabeto completamente desarrollado ha sido confirmado como el idioma escrito más antiguo de las Américas. Esta diversidad étnica y cultural está protegida por el gobierno mexicano del ataque de los monocultivos de consumo modernos. Es una parte vital no solo del legado de México, sino del de la humanidad.

 

México es el tercer mayor proveedor de petróleo a los Estados Unidos. Los mexicanos poseen la mayoría de 4.4 millones de negocios propiedad de latinos que contribuyen con $ 700 mil millones anuales a la economía de los Estados Unidos. Los artistas mexicoamericanos están entretejidos en el tejido de la cultura popular estadounidense, desde cantantes, actores y atletas hasta directores ganadores del Premio de la Academia.

 

Es hora de cambiar la narrativa estadounidense-mexicana para abrazar nuestra historia compartida y los enormes beneficios de trabajar juntos para promover nuestros intereses comunes. La destitución de Donald Trump de su cargo sería solo el comienzo de este proceso.

 

Escrito por Michael Meurer

 

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Rewriting Trump’s reductive Mexican-American narrative after the El Paso massacre

A dual resident looks at US-Mexico relations after mass murder in El Paso

By Michael Meurer

As both a US citizen and a legal resident of México, the August 3, 2019, massacre of 22 people at a Walmart in El Paso, Texas by a 21 year old white nationalist echoing the anti-Hispanic hate speech of President Donald Trump is doubly heartbreaking for me because my life and closest friendships are divided between the two countries.

 

During a Skype call with my Mexican friend and business partner Roberto Carvallo in México City the day after the shootings, our conversation turned to gallows humor as we attempted to navigate the evil of this moment.

 

I shared my belief that the shooting and Trump’s violently reductive narrative of US-Mexican relations are linked. Roberto said, “But my friend, mexicanos arebad hombres, all rapists and drug dealers, so it’s okay.” We laughed through our tears and spent another hour discussing how we can contribute to a reversal of this poisonous narrative.

 

MÉXICO BEYOND RACISM

 

Roberto’s personal story itself offers a counter-narrative to Trump’s white nationalist traffic in ignorant clichés. He attended universities in México, Australia and Europe, becoming a kind of de facto Mexican ambassador with his own Spanish language radio show in Melbourne. Working at odd jobs across Europe to pay his tuition, Roberto finished his PhD dissertation on Epistemology in the library of the Max Planck Institute in Berlin. He loved Europe but missed México and returned to found Terraetica, an environmental consultancy that has made him an educational leader in the world of Mexican NGOs.

 

The reality of the México that Roberto and I love and share comprises a diverse circle of friends who reflect the vibrant cosmopolitanism of modern Mexican society, including environmental scientists, opera singers, entrepreneurs, artists, diplomats, elected leaders, architects practicing urban acupuncture, indigenous spokespeople, university professors and more.

 

The xenophobic Mexican-American narrative that informs both Trump’s presidency and the actions of the El Paso killer is not only false, it is culturally lethal, with gravely distorting effects on international relations.

 

Police report that the killer cased the Walmart in El Paso “looking for Mexicans to kill” before he returned to begin shooting. At least eight of his victimswere Mexican nationals or US citizens of Mexican origin.

 

There is a direct link between the shooter’s actions and the vile anti-Mexican slurs with which Trump launched his presidential bid in 2015 and continues using to propel his presidency. The road to mass murder in El Paso began with Trump’s hate filled June 16, 2015 presidential announcement.

 

“When do we beat Mexico at the border? They are not our friend, believe me. When Mexico sends its people, they’re not sending their best. They’re sending people that have lots of problems, and they’re bringing those problems… They’re bringing drugs. They’re bringing crime. They’re rapists.”

 

MEXICAN-AMERICAN INTERCONNECTIONS

 

The daily reality of Mexican-American relations is nothing like Trump’s racial scapegoating. The US State Department notes that México and the US have “…extensive commercial, cultural, and educational ties, with…thousands of legal border crossings each day.” México is the second largest US export market, with $678 billion in US-Mexican trade in 2018.

 

Mexico is the top foreign destination for U.S. travelers. An estimated 1.5 million US citizens live in Mexico, more than any other foreign country. Pew Research reports that Mexican-origin Hispanics have always been the largest Hispanic group in the US, going back to 1860, not least because the US annexed much of modern-day California, Nevada, Utah, Wyoming, Colorado, Arizona and New Mexico in the Mexican Cession of 1848. In 2018, people of Mexican origin were 63.3% of the 58.9 million US Hispanic population.

 

The stubborn reality of the shared history embedded in these statistics is not going to change. What must change instead is the depth of our understanding regarding the enormous diversity and cultural importance of our Mexican neighbors. Mexican-American interconnectedness should be a cause for celebration, not vilification and the lunatic pipe dream of building a 2,000 mile wall across our shared border.

 

Although México has only 1% of earth’s surface, it is the fifth most biologically diverse nation in the world, with everything from snow capped mountain ranges to tropical rainforests. Designated as one of only 17 “megadiverse nations” by the Convention on Biodiversity, México contains more than 10% of the world’s biological diversity, including more than 50% of known plant species, and ranks second in the number of ecosystems. Preserving this priceless natural diversity in an era of transnational climate disruption and species extinctions requires international cooperation, not senseless confrontation.

 

México is also one of the most ethnically and culturally diverse nations in the world, with 62 constitutionally recognized indigenous groups speaking an equal variety of unique native languages. The earliest Mesoamerican civilizations took root in México. The 2006 discovery in Veracruz of a 3,000 year old Olmec stone tablet featuring a fully developed alphabet has been confirmed as the oldest written language in the Americas. This ethnic and cultural diversity is protected by the Mexican government from the onslaught of modern consumer monoculture. It is a vital part not just of México’s legacy, but humanity’s.

 

México is the third largest supplier of oil to the US. Mexicans own the majority of 4.4 million Latino-owned businesses that contribute $700 billion annually to the US economy. Mexican-American artists are woven into the fabric of US popular culture, from singers, actors and athletes to Academy Award winning directors.

 

It is time to change the US-Mexican narrative to embrace our shared history and the enormous benefits of working together to advance our common interests. Donald Trump’s removal from office would be a just start to this process.

 

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©2019 by Michael Meurer, Reimagining Politics