El discurso de las bondades que genera la creación y disfrute del arte y la cultura es muy socorrido tanto en la vida pública y privada. Hace unos pocos meses hubo gran revuelo en México ante la noticia de la creación de la Secretaría de Cultura. El hecho es que la naciente Secretaria nació sin un aumento presupuestal, ante tal hecho sería importante decir, que entonces dichas bondades para ser concretadas se encuentran en severos problemas. Un habitante de las grandes ciudades del país tiene diariamente una oferta cultural amplia y diversa: cine, teatro, presentaciones de libro, clases, talleres, actividades para niños, y un largo etc.; tendremos que considerar también que los habitantes que viven en pobreza extrema se encuentran muy lejos de acceder a algo que hoy día conocemos como consumo cultural.

Para que exista un mercado y por tanto intercambio de bienes y servicios mismo que detona el desarrollo económico, es necesario que exista el poder adquisitivo y el ejercicio de la transacción compra-venta. Por siglos en nuestro país la única moneda de cambio para el creador, productor, es decir el artista, ha sido el aplauso o el cobijo de cierto mecenazgo. Sin embargo, los tiempos han cambiado y con ello el hoy llamado sector cultural, lucha por su posicionamiento en el mundo global.

La creatividad con la que por años este sector productivo ha lidiado con las problemáticas presupuestales y en general con su manera relacionarse con el dinero, la economía, la administración, la empresa y el estado, ha sido una batalla épica digna de ser contada. Pues no es una historia nueva, ni mucho menos aburrida. Sirvan pues estas líneas para invitar al lector a pensar en lo dicho la próxima vez que entre al cine, se dirija al teatro, compre un libro o como en este caso lea una revista, ¿qué procesos intervienen?, ¿cuáles son las cadenas productivas del arte?, ¿quién paga el precio?