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Diario de un seductor, cap. 1

Esta es la historia de todos nosotros. Esta es la vida de cada uno de la gente que emprende. La duda nace desde que pensamos si somos nosotros los que emprendemos o es esta vida la que nos seduce. ¿Quién sabe perfectamente qué es lo que quiere? Benditos aquellos que sí lo saben, normales aquellos que no. Yo pertenezco al segundo grupo. Al grupo que que amanece sin definir su vida y sin saciar su camino. Eso es malo, muy malo.

 

Pero quizá sea así como todos somos y es en realidad que algunos, los muy pocos, tuvieron suerte en la feria y ganaron el premio de la satisfacción en su vida, sea ésta de aventura plena, sea ésta en el mundo de los corporativos, sea ésta como de barista en el café de la esquina. Malditos todos los demás, que vivimos siempre buscando una forma de encontrarnos. De saber quién somos dentro de un mundo que nos clasifica por lo que lo hacemos. Y lo digo a mucha honra. Nada de quejas. Solamente esto es una simple descripción del sentimiento que muchos pasamos día con día, seamos emprendedores, empresarios o solamente aventureros.

 

El capítulo del diario se conforma en una pregunta muy sencilla: ¿quién seduce a quién? Y la respuesta es todo menos sencilla. Mucho menos pensar que es común y que se dé de santos quien crea tenerla, y poderla aplicar para todo el mundo. La empresa nos seduce o seducimos a la aventura para poderla atrapar, haciéndola compañera de vida en el triste, y a veces muy solitario, camino del mercado de este siglo.