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Desde la Obscuridad, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré sentado en una butaca viendo “Ted Bundy: Durmiendo con el asesino” cuyo título original es: Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile. La película de Joe Berlinger estrenada en el presente año está se basa en la obra The phantom prince: My life with Ted Bundy de Elizabeth Kendall. Cabe recordar que en la segunda mitad del siglo pasado, se detonó una generación de asesinos seriales que hoy forman parte de cierto folklore estadounidense. Nombres como como Edmund Kemper, Charles Starkweather, John Wayne Gacy, Albert de Salvo y, quizá el más notorio de todos, Charles Manson ganaron un oprobioso lugar en el imaginario colectivo. El origen del nombre de la estrella noventera de rock Marilyn Manson así lo demuestra (Marilyn por Marilyn Monroe y Manson por Charles Manson).

 

Varios estudiosos han puesto atención en la fascinación que los asesinos seriales causan en las masas anglosajonas. No es raro que las masas lleguen incluso a posicionar como una super estrella a algún homicida de este tipo. El mismo Wayne Gacy estableció, una vez en prisión, “amistad” por correspondencia con famosos de la música y cineastas. Y a lo largo de su estancia en prisión Bundy y compañía se acostumbraron a recibir cartas de “admiradoras”. No pretendo desentrañar los complejos y obscuros procesos de la psique que llevaron a estos hombres a convertirse en chacales consumados, simplemente diré que el concepto de anomia es toral para el entendimiento del fenómeno -así como para su prevención.

 

Con respecto a Bundy, su historia tiene diferentes carices, el filme se centra específicamente en uno: su constante y necia declaración de inocencia. Hasta el día de su ejecución Bundy no aceptó ser el autor de tan sangrientos crímenes. Si bien dio pistas y colaboró con detectives para recuperar los restos mortales de las víctimas siempre lo hizo hablando en tercera persona y de forma hipotética, de tal manera no se autoimputaba.

 

La historia omite los detalles sórdidos y las imágenes gore – por lo que puede ser vista con su puberto de confianza- lo que no omite es esa intranquila sensación de pensar que sujetos aparentemente normales como por ejemplo un estudiante universitario de derecho, un conductor de VW que pide ayuda o un galante joven que acude a un bar para invitar una relajante cerveza a alguna chica sean realmente cazadores de humanos tendiendo su trampa.

 

 

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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