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Desde Cracovia, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré rememorando mi paso por Polonia, específicamente por la histórica ciudad de Cracovia. La ciudad es una joya de la historia, al grado que durante la Segunda Guerra Mundial, mientras los alemanes no tuvieron reparo en destruir Varsovia –la capital-, los miembros del alto mando del ejército que llegaron y se instalaron en los bellos edificios de Cracovia encontraron la manera de preservar lo que seguramente les pareció una ciudad excepcional.

 

En la actual Cracovia, los colores que mudaron durante la era socialista, han regresado. Uno puede asombrarse con el castillo Wawel, construido a orillas del río Vistula – cuerpo de agua que atraviesa la ciudad de este a oeste. El castillo tiene la particularidad de haber sido remodelado en el siglo XVI para ser totalmente renacentista y bueno tras varios siglos de estar en pie ha pasado por varias modificaciones que la han consolidado como un hito de Polonia. En la zona central de la ciudad, se encuentra la Plaza mayor o plaza del Mercado, la más importante de Polonia y la plaza medieval más grande de Europa. En el centro de la plaza, el Sukiennice o Lonja de los Paños, un tremendo edificio de estilo gótico  que en su momento sirvió de mercado, ayuntamiento, etc. y que hoy es patrimonio de la UNESCO. Alrededor de la plaza varias mesas a pie de calle de los restaurantes que la circundan y que le dan un sabor cosmopolita más que turístico.

 

Recuerdo que en mi infancia mi primer referente de Polonia era una historia que mis padres me contaban, la historia iba más o menos así: “Al casarse la hija de un conocido político de izquierda mexicano de apellido Cruickshank –líder del Partido Popular Socialista-, al nuevo marido lo mandaron becado a Polonia. La susodicha hija, sólo logró permanecer menos de dos meses en la Polonia socialista de ese entonces puesto que acostumbrada a los privilegios y a la buena vida de todo político mexicano –aunque fuera de izquierda- era impensable y hasta vergonzoso para ella tener que hacer fila en las heladas mañanas polacas para recibir la leche matinal o bien para recibir los vales de comida tan usados por el ya mencionado sistema socialista.” Hoy nada queda de esa Polonia, lamento no poder decir lo mismo de los usos y costumbres de nuestra clase política

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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