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Desde el caos, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré enfundado en el atuendo estándar de todo brigadista: botas de casquillo, guantes de carnaza, casco –donado por la persona a quien me toca relevar- y un cubre-bocas. En particular el cubre-bocas cumple una función no prevista; ocultar el impacto de nuestros rostros ante la devastación y desastre dejados por el pasado sismo del 19 de septiembre. Como hace 32 años exactamente la buena gente de México salió una vez más a las calles a colaborar y ayudar al prójimo.

 

Dormir 4 horas y levantarse a las 5 am. para llegar -pala y pico en mano- a la cita en el estadio de Ciudad Universitaria e integrar una brigada de relevistas, adherirse a un grupo de otros jóvenes con el mismo deseo de ayudar, transportarse por sus propios medios al sitio donde se necesita ayuda, esperar pacientemente en fila a ser llamado ya sea para arrastrar polines, formar una cadena humana para transportar cascajo o bien hacer una valla para abrir camino a la camilla que lleva los restos mortales de un niño pequeño son algunas de las cosas que como brigadista uno tiene la obligación de hacer lo mejor posible. Es grandioso ver el deseo de ayudar que tienen muchas personas, sin embargo muchas de ellas no llevan el equipo necesario –casco, botas y guantes- y entorpecen lo que debe ser una acción precisa, segura y rápida –no olvidemos que hay vidas humanas en juego. La ayuda es necesaria pero muchos no entienden que ayudar va desde llevar agua y comida a los brigadistas y personal de emergencias, clasificar y empacar los víveres hasta acarrear la basura de los puestos de acopio. No todos podemos –ni debemos- estar en la primera línea, son los profesionales como bomberos, topos, etc. quienes realizarán el rescate que todos queremos ver, aquel en el que necesitamos creer. Lo mejor que podemos hacer es no estorbarles y estar prestos a detener la escalera por la que ellos subirán o a cargar los botes que ellos llenarán de cascajo; tareas poco heroicas para algunos pero indispensables en todo momento.

 

Rindo homenaje y doy gracias a aquellos voluntarios, brigadista, aguadores, repartidores de comida, empacadores, médicos, enfermeras, ingenieros, estudiantes, choferes, etc. que sin remuneración alguna o modesta –el sueldo de un bombero es un chiste cruel comparado con el de cualquier político de poca monta- no dudan en arriesgar su integridad física por el rescate de víctimas o en el peor de los casos cuerpos sin vida. Descubrí que dentro de una inmensa cantidad de mexicanos hay un brigadista amateur que sólo necesita equipo y capacitación para realizar una labor de excelencia al estar ahí, en el lugar del caos y la tragedia poniendo la cara por su gente y por lo más valioso que tenemos: la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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