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Desde  el aeropuerto, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré Caminando por la vida escribiendo en cada uno de los aeropuertos en los que he transitado, esperado, incluso acampado. Los aeropuertos y en particular aquellos situados en puntos estratégicos de conexión son lugares donde uno puede darse cuenta de la diversidad global de nuestra especie. Hombres y mujeres; viejos y jóvenes; burkas y escotes; negros y blancos; todos ellos junto con los matices intermedios danzan en un ir y venir que a primera vista se califica como caótico. Aquellos que corren serpenteantes con todo y  maletas buscando esquivar todo estorbo en su carrera, aquellos que en grupo van platicando con un envidiable paso calmado, en fin lo que parecería ser el caos en sus diferentes manifestaciones.

 

Pero, siendo un poco más observador, uno se da cuenta que cada una de esas personas que con su actuar contribuye a este aparente caos, sabe a dónde ir. Tienen una sala de embarque, tienen un número de vuelo, en resumen, tienen un destino. Ver el orden en el caos es lo que siempre me ha atraído de este tipo de lugares.

 

El tiempo que he pasado en tránsito es un tiempo de ajuste, de concentración y por qué no, de ilusión ante aquello que por desconocido prefiero imaginar grato. Cierto es que siempre existen claro-obscuros pero al final toda dificultad es una oportunidad. Y así como existe orden en el caos, me gusta pensar que existe alegría en el infortunio y que mejores tiempos se gestan en el interior de los momentos difíciles. Sí, en efecto es duro enfrentar la traición, la decepción y no se diga la maldad pero la resignación y la indiferencia no son virtudes; la virtud es la honestidad, la virtud es la templanza pero de todas es el amor la principal virtud. Lo particular de las virtudes es que sólo ejercitándolas se adquieren, de igual forma que sólo el entendimiento y la paciente observación nos llevan a desenmarañar el caos. Y así como tenemos un boletito y pantallas que nos ayudan a ubicar nuestra sala y vuelo; también tenemos una chispa divina –algunos la llaman razón, otros alma- que por medio de la virtud nos guía hacía nuestro destino de luz. Más nos vale tomarnos el tiempo de consultarles.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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