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Del negocio al hecho, hay mucho trecho

¿Cuántas veces has sentido que tu vida en una oficina no es aquella que pensaste desde que saliste de la carrera? ¿Cuántas veces te has preguntado si esta vida, sí, ésta, es aquella que querías? Y no es pregunta vaga ni trivial. Es una pregunta tan importante como «¿soy feliz en lo que hago?» o «¿soy bueno en lo que hago?» y la más importante, «¿puedo hacer esto por el resto de mis días?». Si la respuesta es negativa a alguna de estas tres preguntas, tal vez es hora de que hagas un cambio en tu vida. Uno drástico. Un cambio hacia el emprendimiento.

El poner un negocio o una empresa puede ser la respuesta que te hace falta para poder decir «sí» a alguna de estas preguntas. Claro está, hay lo que se llama en inglés, un «compromise», es decir, un costo o un acuerdo implícito por poder emprender. Y el costo se llama «frustración y estrés». No conozco emprendedor que no se haya frustrado en algún momento con los resultados de su empresa y menos uno que no viva en un mundo lleno de estrés. El empresario debe manejar la frustración como campeón y ser el mejor aliado del estrés. Por que si no lo logra, su proyecto durará pocos días. Perdón, pocos minutos. Y es verdad. Poner una empresa es difícil y más lo es en México. ¿Estás listo para dar el salto hacia el vacío y esperar que la caída no sea tan dolorosa? Caída habrá. Esa no es posible evitarla.

Y será hasta la cuarta o quinta caída que tu proyecto, si eres persistente, podrá encontrar la luz de la salida del túnel; la salida del valle de la muerte y la salida de la curva de aprendizaje. Normalmente, en México, estamos hablando de tres años. Curioso es el dato que 80% de las empresas mexicanas mueren al segundo año de crearse. No es casualidad. Muchas mueren durante su curva de aprendizaje sin nunca ver la salida. Por ello es tan importante creer en lo que haces. Creer que estás cambiando el mundo o por lo menos tu mundo; para mejor. O simplemente, recordar cada día que emprender porque no soportabas tu vida de oficina con horarios fijos y con fines de semanas libres. Esos sábados y domingos, si ahora eres emprendedor, son y serán para trabajar. Así es esto. La libertad de no tener jefes, siempre tiene un precio. ¿Estás dispuesto a pagarlo?