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Esto es el café mexicano, el comienzo

En la comunidad de Poxcautla, así como en otras comunidades y municipios de clima cálido se cultiva el café hace ya mucho tiempo. Al principio no se utilizaban los fertilizantes químicos pero aproximadamente hace 30 años se comenzaron a emplear y en los últimos 10 años se ha incrementado enormemente la cantidad de químicos utilizada (fertilizantes, foliares, herbicidas, insecticidas y raizales entre otros). Esto ha ocasionado una gran demanda de agroquímicos y si bien ha incrementado la productividad (los cafetos dan casi el triple de fruto en comparación de los cultivos de hace 30 años atrás), también ha generado desequilibrios ecológicos.

 

Es cierto decir que los cafetaleros le guardan un gran agradecimiento a los fertilizantes ya que muchos de ellos se preocupan por la cantidad del producto y no por su calidad. Muchos de ellos han olvidado los conocimientos ancestrales de un cultivo amigable (orgánico).

 

Por lo menos, un 90% del cultivo del café se realiza con fertilizantes. Hasta hace 3 años (2014) se cultivaba el café criollo y algunas caturras, pero con la enfermedad de la roya se extinguió casi el café criollo o nativo en Poxcautla, dándole oportunidad a las nuevas variedades que con anterioridad no eran tomadas en cuenta al dar,  los cafetos criollos, buena ganancia y rendimiento además de que no presentar ningún problema fitosanitario.

 

Las nuevas variedades necesitan más fertilizantes para una buena cosecha. Con un buen manejo de los agroquímicos, de la sombra y del cuidado del fruto se obtienen mejores rendimientos, pero si no se regula el uso de los agroquímicos y se vente el producto a bajo precio, el resultado puede ser perjudicial.

 

Comercializar café en sus diferentes presentaciones tiene ventajas. Cuando se vende en cereza, se obtiene un ingreso de $8 pesos mexicanos por kilo. Al venderlo en pergamino el precio es de $45 pesos mexicanos por kilo, pero con lo invertido en el despulpado la ganancia final es la misma que venderlo en cereza. El café en polvo se vende en $150 pesos por kilo, ya que el proceso requiere tostado y molido. Al vender el café en polvo se obtiene una ganancia mayor, aunque no se puedan vender grandes cantidades, entre otras cosas por la falta de tecnología para la transformación del producto.

 

El principal comprador de  café en la Sierra es la empresa Merino, ubicada en la cabecera municipal de Zongolica.  Ellos ponen las condiciones de compra del producto para los productores de la región, solicitan que esté totalmente seco, y lo adquieren en cualquiera de sus presentaciones. Ellos estipulan el precio de compra. Cuentan con maquinaria, infraestructura, redes de comercio y sobre todo el poder económico adquisitivo. Los campesinos no pueden competir con este tipo de empresas. La mayor parte de las cosechas en Poxcautla se vende en cereza por la falta de maquinaria y también por los desafíos de la comercialización.

 

La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) o el Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA) intentan apoyar el cultivo de café en su producción, pero no intervienen en la comercialización. Lo que hacen es ayudar a construir viveros e introducen nuevas variedades de café, las cuales difícilmente se adaptan al clima y se desconoce su manejo. Hasta ahora, no hay programas sobre la comercialización o la búsqueda de un precio justo por el aromático.

 

En la comunidad de Poxcautla aún hay personas que cultivan el café con conocimientos de los abuelos, como son los viveros ecológicos, tierra de compostas, el chapeo no tan al ras del suelo, la sombra, el policultivo etc. Los campesinos de aquí fueron educados de la forma antigua para producir café y no se han olvidado de ello. Ejemplo de esto es el  embolsado (llenar bolsas para sembrar semillas y tener plantas de café) se considera la parte más importante, ya que esa tierra estará siempre nutriendo al cafeto.

 

El café es herencia de México, de su tierra y de su gente. Es nuestra labor dar a conocer su importancia.

 

Escrito por Hilda Contreras y Silverio Tzitzihua