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Ya no quiero ir a la fiesta de Rubí

¿Qué será que hace que el mundo de las redes sociales es mucho más divertido que el de los medios tradicionales? ¿Por qué será que cuando los memes y los virales llegan al mundo, llamemos, real, pierden totalmente su diversión? Quizá sea que aún en las redes sociales, todavía existe una relación íntima de descubrimiento personal del tipo arqueológico que hace al internauta adentrarse en las profundidades de consejos de amigos, enlaces, hashtags y más cosas que hacen sentir a uno como si escogiera libremente lo que está viendo, leyendo o escuchando. Y es cuando llegan estos eventos-memes a los canales tradicionales, que sentimos que se contaminan de esa pureza viral producto de las redes sociales. En otras palabras, ¿por qué cuando vemos el tema de Rubí u otros en la televisión, dejan de ser divertido y hasta nos resultan molestos?

Pienso que una razón es que se atenta con nuestra libertad por decidir qué ver o qué leer, y es precisamente esa libertad la que se nos quitó por tanto tiempo en un sistema donde unas cuantas personas decidían qué series deberíamos seguir, qué películas podíamos ver, qué música escuchar y qué noticias leer. Es este mundo antiguo que el nuevo siglo dejó atrás con la simple forma de darle el poder de decisión a la audiencia. Ahora uno decide si quiere ver un capítulo de una serie en la temporada 4 o bien si uno prefiere comenzar desde el capítulo 1 la serie que nos fue recomendada por un amigo. Igualmente si deseo leer noticias de una fuente y no de otra, tengo la libertad de buscar miles de fuentes a nivel mundial y evitar aquellas en las que no confío. Y puede ser por ello que esta libertad que dan las redes sociales y el mundo de los virales es justamente aquello que ha perdido en uno de los momentos más frívolos del año: los XV años de Rubí. Teníamos libertad de decidir si queríamos saber más del evento o no. Sin embargo, en la televisión se pierde esa decisión.

Pero fue ver a un gobernador subirse al llamado tren del mame, invitando a Rubí a unas vacaciones, colgándose de la popularidad del evento. También fue muy triste escuchar que Rubí será invitada a protagonizar un capítulo de una de las series de esta televisora. Entonces, ¿cómo fue que se perdió totalmente su cool el evento? Tal vez es similar a cuando las fiestas más divertidas de tus años adolescentes llevaban los papás a echar una copa «entre los chavos», y todo torcía peor porque los papás invitaban a otros adultos y en poco tiempo, aquella fiesta que parecía tan divertida había perdido totalmente su encanto. Es quizá el mismo sabor de boca cuando uno escucha que su restaurante favorito, uno con un encanto especial y único, se ha convertido en franquicia y abre puertas en Polanco, Condesa y Satélite. Lo exótico de los XV años de Rubí era la vibración que hacía que miles de personas desorganizadas a lo largo del país pudieran coincidir en las obscuras intenciones de pseudo-crashear una fiesta de pueblo. En el momento que se enteró el tío aburrido o el vecino odioso y comenzó a organizar a los chavos, fue el momento en que todo dejó de ser divertido. Fue bueno mientras duró.

Escrito por Roberto Carvallo Escobar

Director General de Terraética, Co-fundador de Prometeo Sustentable

y escritor de La rebelión de los pelones

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