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Y si la objetividad en el periodismo no existiera

Quizá sea necesario preguntarse si la creencia de una deontología periodística (el bien de la profesión) no tilda en muchas ocasiones de ambigua y al mismo tiempo de polivalente. Ajeno a las prácticas del periodismo (inmersas en una realidad económica, política y social), cabe preguntarse si aquello a lo que se llama deontología periodística es en realidad una supra-estructura polivalente capaz de jugar con diferentes cargas semánticas de veracidad, objetividad y pluralismo, cuyas consecuencias crean una visión puramente insostenible de aquello considerado como El bien de la profesión.

 

Las prácticas mundanas del periodismo, aquellas en donde intereses fácticos como lo es el poder económico y político, pero también el poder del auditorio, han ocasionado un desfase entre el ideal del periodismo y el periodismo de a pie. Este desfase surge a consecuencia no de las influencias de poder sobre el periodismo y la comunicación de sucesos del mundo sino a partir de un sistema de creencias quasi-platónico que aleja cada vez más el concepto de la práctica. Es precisamente al pensar que existe un concepto de periodismo ideal y ajeno a este mundo, la traba más importante para lograr un consenso, no únicamente entre periodistas sino entre periodistas y audiencia. Y es que, al hablar de una deontología y una ética del periodista, no debe alejarse de una ética vital o de una deontología ética. Sin embargo, hablar de una ética profesional que sea capaz de subsumir la ética personal del periodista es uno de los grandes causantes de dicha brecha epistémica entre lo que el periodista hace, lo que él cree que hace y lo que el público cree que el periodista debe hacer.

 

Creer que existe una objetividad real, una veracidad completa o siquiera una tendencia hacia ellas, es no saber que existe un filtro absoluto incapaz de franquearse. La hermenéutica filosófica, ética y estética han acertado en aceptar que la única objetividad posible es la ausencia de una objetividad individual. No obstante, dichas corrientes filosóficas no han logrado permear las creencias populares en donde se habla de una deontología periodística con condicionantes y normativas, que, si bien intentan ser objetivas, no podrían ser más subjetivas puesto que priorizan valores particulares como lo son los valores humanistas, la democracia, el pluralismo y otros más.

 

Si bien este esfuerzo se ha realizado para poder reunir bajo un mismo techo las subjetividades más insípidas con el objetivo de abarcar el mayor número, esto no significa que el bien hacer del periodismo sea único y salvo de ambigüedades. Dicha deontología del periodismo trágicamente se encuentra secuestrada por su contexto histórico, y lo es por motivos concretos. Un periodismo habiéndose creado en el medievo hubiera tenido diferente deontología y lo tendrá el periodismo en donde las palabras como la objetividad o el pluralismo sean conquistadas por conceptos más complejos. La deontología actual del periodismo utiliza conceptos acordes a su tiempo, así como lo pronostica la ontología de Ortega y Gasset, en donde la única forma de salvar al periodista ético es salvando su circunstancia vital rodeada de dichos conceptos. No obstante, en tiempos diferentes, en contextos alternos, la deontología del periodista debe ser necesariamente diferente. No aceptarlo es no entender de la importancia del papel que juega las subjetividades.

 

Hablar de una deontología periodística en donde se proteja la discreción de las fuentes, la verificación de fuente-reportero, la independencia, el compromiso de la verdad es hablar de una deontología periodística que desconoce las prácticas periodísticas actuales de las fake-news, de los bulos, de las vertientes políticas de los medios de comunicación, de la comunicación e investigación de internautas, etc. Pero no es necesario conocer casos modernos para ver la diferencia entre una deontología periodística y una previa a las redes sociales y al llamado post-fascismo de la post-verdad. Desde siempre ha existido el problema.

 

La búsqueda de una objetividad como principio deontológico del periodista queda entonces supeditada a los filtros de aquello que sea interesante a la audiencia, lo cual no involucra un ejercicio negligente de veracidad, pero sí un filtrado interesado y artificial de objetividad. Una deontología vista así muestra una priorización de valores, pero sobre todo, una jerarquización de valores. Esta jerarquización evidencia lo que el sentido común y la ética vital ha establecido desde siempre: toda ética tiene una estructura jerárquica. Decir que la ética del periodista está basada en conceptos como verdad y objetividad es por lo tanto ocioso dado dicha ética tendría tantas sutilezas como lo tiene cualquier ética no-laboral. Esto significa que el periodista no es más objetivo que cualquier otra persona. También significa que aquello que hace o dice el periodista no es más o menos veraz que lo que hace y dice otra persona. Por todo ello, una verdadera deontología del periodismo debería entonces, hablar de la credibilidad del periodista, no de su ética. Además, si rompemos la idea de una única objetividad, se abre un abanico increíble en que todos podemos ser periodistas y defensores de la libertad e expresión.

 

 

Escrito por Roberto Carvallo Escobar

 

Director de Terraética y orgulloso creador de Resiliente Magazine