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Y ahora qué sigue

Muchos horrores han dado la bienvenida a este año y la mayoría de personas con las que hablo, creen que este será un año lleno de crisis y pobreza. Me sorprendo cada vez más de la torpeza del gobierno para actuar en estas ocasiones. Y es que en realidad, lo que vemos día con día, es que éste sólo existe para ver qué más puede robar de la sociedad y qué buenas acciones puede bloquear. Por eso, en este momento me encuentro aterrorizada de la maldad con la que nos gobiernan, pero más aterrorizada me encuentro por no saber qué hacer.

Recuerdo muy bien que la primera vez que me pregunté por qué no se había hecho una revolución civil fue el día en que pagué impuestos. Se me hacía absurdo el hecho de regalarle al gobierno casi la tercera parte de mis ganancias, lo cual no me molestaría si tuviera acceso a servicios dignos de transporte, salud, jubilación y seguridad. Pero es todo lo contrario: las calles tienen baches que revientan las llantas (nada baratas), tengo miedo de enfermarme por el costo que podría generarle a mi familia, las jubilaciones son míseras y para nada me siento segura en las calles…y de los policías menos.

 En muchas ocasiones, al escribir, he querido compartir la esperanza por el futuro y la responsabilidad que conlleva, pero el día de hoy me siento impotente y confundida. Las tomas de gasolineras, la desobediencia civil en Monterrey, me pregunto si tendrán éxito. Si serán la solución o si hay otras cosas que se pueden hacer ahora. Reconozco mi vulnerabilidad como ciudadana y quiero decir que la finalidad de este artículo no es siquiera proponer sino compartir y reflexionar ¿qué podemos hacer como ciudadanos?

Escrito por Maritza Salcido