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Tomate multicultural | Fundación Grupo México

Los europeos del norte, en cambio, no lo adoptaron con el mismo ahínco: acusaron al alimento de ser venenoso, y lo apodaron con barroca poesía durazno de lobos, para acusar con ello de su peligro. Fue hasta el siglo xviii, casi tres siglos después de sus primeras exportaciones, cuando lo asumieron como un alimento amable y digno de sus paladares. 

 

La poesía, pues, ha acompañado al tomate desde su inicio. Pocos frutos tienen tanto simbolismo en su nombre y concepción, algo propio de los elementos que im- pactan con profundidad las culturas del mundo. Paradojas de la modernidad: si en la actualidad un producto atravesara los lares del mundo con el mismo impacto y trascendencia del tomate, se habría convenido llamarle por un mismo nombre, en cualquiera que fuera la lengua franca del día. La poesía de la multiculturalidad, propia de un imperio clásico, ha quedado excluida de la moda.

 

Sin embargo el tomate nos enseña cómo su viaje poético, imperial —si se ve dentro de la misma poesía—, se planta en la actualidad con la misma suerte: a finales del siglo xix, una salsa inglesa, inspirada en algunos menjurjes chinos, incorporaba al tomate en su receta. Con el poder de los británicos, la ketchup se extendería alrededor del mundo, hasta llegar a tierras americanas, donde sería procesada y distribuida industrialmente. 

 


 

Este es un extracto del libro, Tomate, Sol rojo de México, publicado por la Fundación Grupo México, como parte de la colección, XOCOYO: Ingredientes mexicanos.

 

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