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Tomate: corazón de la tierra | Fundación Grupo México

Tomatl le llamaban sus precursores agricultores, que se traduce como “ombligo de agua gorda”. Su origen etimológico responde a sus características físicas: su semilla, marcada en el fruto como un ombligo, se encuentra rodeada y llena de agua viscosa, rica en nutrientes y sabor, que por su densidad, probablemente, carga el adjetivo de la gordura. 

 

Su popularidad alrededor del mundo quizá deba mucho a estas particularidades. Es un fruto que refresca por su alta cantidad de agua, pero también uno que fácilmente esparce su sabor como si el suyo fuera un líquido seminal de los sentidos. En cosa de nada, llegaba a las costas europeas a manos de los españoles, que lo hicieron suyo y lo corrieron a sus hermanos latinos. 

 

Porque el imperio del tomate es un experimento, primordialmente, latino: de España se depositó en Italia, donde pronto pasó a manos de franceses. Sus descripciones, en forma de nomenclatura, son de una belleza extraordinaria: en la frontera sureña de los Alpes se le conocía como la manzana de oro, mientras que los francos la tildaron como una “manzana del amor”.

 


 

Este es un extracto del libro, Tomate, Sol rojo de México, publicado por la Fundación Grupo México, como parte de la colección, XOCOYO: Ingredientes mexicanos.

 

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