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Solucionar un problema que para nadie era un problema real | Ideal Social

¿Cuántas veces nos preguntamos si aquello que estamos tratando de solucionar, es realmente un problema? Tradicionalmente nos dicen que para qué arreglar aquello que no está roto. Y quizá esta frase nos ayude a priorizar los problemas que debemos atender primero. Es importante preguntarnos qué es importante corregir porque de nada servirá solucionar aquello que si bien pensamos nosotros es un problema serio, no lo es para las personas que en realidad viven dicho problema. Vamos por partes.

 

Las organizaciones sociales y sin fines de lucro y muchas empresas sociales (también preocupadas por el medioambiente) realizan un enorme trabajo por hacer de este mundo un lugar mejor. No queda más que agradecer que su gran trabajo y poco es reprochable cuando se habla de ayudar a los sectores vulnerables, en peligro de violencia o en marginación. Menos reprochables son todos los esfuerzos que se realizan la conservación ambiental, el derecho de los animales o mitigar el cambio climático. De no existir estas organizaciones, seguramente estaríamos mucho peor de como estamos en el este mundo tan acelerado.

 

Sin embargo, también es muy importante definir que el gran logro de dichas organizaciones se basa en que saber perfectamente a dónde se dirigen, qué problemática atienden y cómo generar ese cambio, o en otras palabras, conocen de impacto; cómo generarlo, cómo medirlo y cómo ampliarlo. Y es aquí donde muchos de los proyectos sociales que en un primer instante parecen de gran alcance e impacto, cuando no se profesionalizan, se diluyen y pierden en el gran caos del mundo. ¿Por qué? Porque la profesionalización del impacto, del cambio social y de la intervención ambiental ayuda a que los objetivos se alcancen más rápido, de manera más eficaz y sobre todo, con mayor alcance.

 

¿Quién no ha pensado que la solución de tal o cual problema es uno y que si se juntaran los recursos necesarios, se podría fácilmente erradicar dicho problema? «El problema es la educación…», «…Si todos fueran más cívicos…», «…lo que ellos en verdad necesitan es trabajo y no subsidio..» o cientos de otras frases que hacen creen que los problemas de la sociedad como la violencia de género, la pobreza, el deterioro ambiental, la injusticia se pueden arreglar de forma sencilla. Porque cuando se toma acción a ciegas (sea filantropía en educación, reforestación ambiental, capacitación productiva u otras formas de acciones que pueden mejorar una sociedad), puede suceder uno de las paradojas más curiosas del mundo del impacto social: que se solucione un problema que realmente no era un problema.

 

Hay ejemplos absurdos en donde se puede ver muy fácil que la solución a la inseguridad alimentaria se genera a través de dotar de capacitación en huertos o bien gracias a dotación de insumos alimenticios a los grupos vulnerables, y no al donar mil hamburguesas o donando una máquina de café. Es evidente que una solución es más estratégica que la otra. Sin embargo, es más común de lo que parece, que cuando se tratan de llevar soluciones al campo y a los sectores vulnerables sin preguntarles qué es aquello que realmente necesitan. Lo vimos hace poco cuando se donaron millones de televisiones en vez de mejores herramientas de educación pero lo vemos comunmente cuando tratamos de llevar soluciones urbanas a comunidades rurales o instrumentos tecnológicos a problemas ambientales en vez de soluciones artesanales y tradicionales.

Es muy común que no se les pregunte a la comunidad de beneficiarios qué realmente necesitan. Y lo hacemos porque pensamos, desde nuestra autoridad, que nosotros tenemos la respuesta más atinada por nuestros estudios, experiencia u otras razones. A esto se le llama Análisis de materialidad, el cual determina qué es aquello que realmente es importante para las personas y qué no es prioritario. Esto es importante para evitar problemas como el llevar miles de latas de comida a una comunidad y no darles un abrelatas o como aquel chiste del astronauta que pidió todos los cigarros para su viaje pero no se llevó encendedor (mechero). ¿Qué pasa si llevamos un círculo de lectura a prisiones pero lo que más les importa a los presos es sobrevivir la violencia interna un día más? ¿Qué sucedería si le enseñamos las mejores herramientas online a un grupo de campesinos para proteger su cosecha pero a nadie se le ocurre instalar internet en la zona?

 

¿Qué pasaría si se instalan cientos de baños secos en una zona pero no se utilizan porque lo que realmente querían los habitantes era tener piso firme en sus casas?  Curiosamente, muchos de estos problemas se solucionan con una buena teoría de cambio, una buena estrategia de intervención social y un proceso de empoderamiento comunitario.

 

Este es el futuro del impacto social. 

 

Escrito por Roberto Carvallo Escobar

 

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Orgulloso creador de Resiliente Magazine