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Sábado de gloria

¿Qué hemos aprendido estas últimas semanas? Una cosa simple y bastante directa. Cuando uno esperaría que muchas decisiones se tomen de forma automatizada o con estándares objetivos, las grandes decisiones de la vida y del emprendimiento, son hechos a ojo de buen cubero, a prueba y error y a estira y afloja. Así, es verdad en 90 por ciento de los casos.

Esto no es malo propiamente. Ese es el mundo de la consultoría. Aprender de la experiencia para poder asesorar. No obstante, enfatiza algo que sospechábamos desde hace tiempo todos los que nos dedicamos a la consuloría. La asesoría sirve pero no es infalible, y mucha de ésta se hace salivando el dedo y levantándolo al cielo para saber en qué dirección corre el viento.

Y así es que los consultores más importantes de las más reconocidas empresas sospechan que las cosas deberían mejorar al implementarse sus ideas y recomendaciones. Sin embargo, siempre hay una clausula de seguridad que los saca de cualquier aprieto. Tal vez sea válido cuando la consultoría explícitamente dice lo que en realidad es: consejos y propuestas. Y mejor sería cuando estos consejos fuesen cobrados como lo que son y no costaran la mitad de un brazo y una pierna completa. ¡Qué empresario se puede dar el lujo de pagar tanto! En cambio, un precio razonable por consejos y propuestas, todos estaríamos dispuestos a pagar. Y con gusto. Cabe decir, este texto no está hecho para justificar las clausuras que piden los clientes, que a veces tampoco son los mejores en saber qué quieren, como las llamadas cláusulas de resultados. Más bien, este texto es para disminuir la arrogancia tanto de consultores como nosotros.