Reducir la mortandad de los niños ha sido un objetivo común de la mayoría sino todas las civilizaciones del mundo. Ha sido una constante debido al desafío natural de pervivencia de toda especie animal. En otras palabras, la naturaleza provee las herramientas a todo ser vivo para lograr reproducirse a lo cual los seres humanos han podido generar mejores instrumentos que los naturales para asegurar que los recién nacidos y niños no mueran cuando se encuentran en su etapa más frágil y de mayor dependencia: la infancia.

En generaciones pasadas, las familias se componían de un mayor número de hijos. Si bien en las zonas rurales, las familias siempre han sido más grandes puesto que la fragilidad sanitaria para los niños que viven en la periferia urbana es mayor, en las zonas urbanas el número de hijos e hijas de una familia también preveía los riesgos de la ciudades, cuya fragilidad es menor pero también lo es mayor su exposición a riesgos de muerte como accidentes de tráfico, incendios, intoxicaciones y demás peligros.

La sociedad logra dar pasos agigantados para la disminución de la mortandad en el mundo y no hay que ir más lejos que ver que en las últimas décadas, se ha reducido la mortandad en niños menores de 5 años desde 90 muertes por cada 1000 personas a poco más de 40. En los años 90s, morían más de 35,000 niños en el mundo cada día. Hoy día la cifra se reduce a 15,000. En los países de altos ingresos, la mortandad de niño llega a reducirse hasta un impactante 5.3 muertes por cada 1000 niños nacidos. De lograrse llevar estos números a todos los países del planeta, se habrán salvado 60 millones de niños en todo el mundo entre el 2017 y el 2030, según datos de UNICEF.

Quizá este sea un buen momento para reflexionar acerca de qué es aquello que hacen los países de ingresos altos que no lo hacen los países en vías de desarrollo. Por supuesto que influye de gran manera los servicios de salud que ofrece el Estado sin embargo, también influyen las acciones del contexto social y cultural. No debemos olvidar que muchas de nuestras acciones generan accidentes que pueden llevar a la muerte de un niño como lo es el cuidado precario en la cocina, la compra de fuegos artificiales y el mal resguardo de productos químicos. Un pequeño cambio en nuestras acciones puede salvar a millones de niños. 

Escrito por Resiliente Magazine

Desde 1998, la Fundación Michou y Mau para niños quemados se dedica:

–  Al traslado de niños en riesgo de perder la vida por quemaduras al Hospital de Shriners Galveston o a las unidades especializadas en México.

– A la atención de niños con secuelas de quemaduras a través de diferentes apoyos como: revisiones médicas subsecuentes en clínicas de valoración que se dan en diferentes Estados, tratamiento psicológico para los pacientes y sus familias, ayuda para las prendas de presoterapia, traslados, alojamiento en albergues durante su estancia para las revisiones médicas, etc.

– A la creación de Unidades de Alta Especialidad en la Atención de Quemaduras en México

– La capacitación de profesionales de la salud: médicos, paramédicos, TUM, enfermeras, personal de rescate, etc.; para brindar atención especializada en quemaduras

– A prevenir a través de la Campaña Nacional de Prevención “No TQuemes” que cuenta con material audiovisual y didáctico para que aprendas con los más pequeños de la casa como no quemarse o qué hacer si tienen algún accidente que pueda provocar quemaduras 

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