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Querétaro: árboles de la ciudad moderna | Eco Maxei

“Los árboles ¿serán acaso solidarios? Digamos el castaño de los campos elíseos con el quebracho de entre ríos o los olivos de Jaén con los sauces de Tacuarembó. ¿Se sentirá el ombú en su pampa de rocío casi un hermano de la ceiba antillana? (…) ¿Sabrán los cedros del Líbano y los caobos de corintom que sus voraces enemigos no son la palma de camagüey ni el eucalipto de Tasmania sino el hacha tenaz del leñador la sierra de las grandes madereras el rayo como látigo en la noche?” (De árbol en árbol, Mario Benedetti)

 

Recién iniciada esta primavera, los alamillos y sabinos del puente de la Historia en San Juan del Río fueron cortados de madrugada para la construcción de una vialidad alterna. Casi al mismo tiempo, en el centro de la capital, sobre la avenida Belén y rumbo al barrio de San Francisquito, mezquites con décadas antigüedad fueron removidos para dar paso a dos nuevos ejes viales. Semanas antes el boulevard Bernardo Quintana amaneció sin jacarandas para dar paso a la ampliación de circulación vehicular.

 

La movilización ciudadana para detener la tala de unos y otros ha dejado, hasta ahora, una crónica de 242 755 firmas recolectadas, acuerdos parciales tomados en reuniones de consulta a puerta cerrada, acampadas de guardia frente a las talas nocturnas, agresiones, hostigamiento y detenciones arbitrarias a los manifestantes. Altísimos costos emocionales y monetarios para ejercer el derecho de acceso a la información; en particular a las Manifestaciones de Impacto referidas por la autoridad como “en proceso”, luego inexistentes y finalmente, a consecuencia de la presión social, como “existentes”.

 

En el nororiente de la ciudad, el desmonte ilegal e incendios provocados a lo largo de los últimos diez años han ido reduciendo los pitayos, huizches y cadúfilos que facilitan la función reguladora de la Peña Colorada. Este verano, las infantiles voces de Mateo y María reavivaron la exigencia social para preservar una zona persistentemente acechada por el sector inmobiliario, cuya urbanización implicaría el colapso urbano, ambiental e hidrológico de la ciudad y cuyo decreto de protección lleva en su trámite un inusual retraso de 5 años.

 

De este a oeste, en la ribera del río Querétaro, cuyo cauce ha ido progresivamente cediendo a las exigencias urbanas, los pirules, sauces y fresnos son parte de la zona riparia amenazada constantemente por proyectos de ampliación vial. Los ciudadanos que desde abril se reúnen una vez al mes buscando alternativas para sanear las aguas se van dando cuenta de que incluso sucio y deteriorado como está, el río sigue cumpliendo con sus funciones simbólicas y vitales más importantes: la conexión y la re generación de vida.

 

El movimiento iniciado contra la tala de árboles en diferentes puntos de la urbe atrajo a su vez atención sobre el destino de otros arbóreos en la ciudad. Los huizaches de San Sebastián desaparecidos de la noche a la mañana. Encinos que quedaron registrados por lentes fotográficos antes de la colocación de anuncios publicitarios a pie de la carretera que cruza el cerro del Cimatario. Los que amanecieron cubiertos de cemento en distintos puntos de la ciudad, no se sabe si por dolo gubernamental o inconsciencia ciudadana. Los que sucumben ante el aceite, jabón y otras sustancias que algunos habitantes vierten sobre sus raíces. Los retoños que quedan olvidados tras reforestaciones organizadas para tomar acción ciudadana o  para mitigar los cuantiosos daños de las obras públicas, como el caso del programa municipal Respira Querétaro. Los gigantes que aún resguardan los tesoros de pueblos y barrios tradicionales.

 

Igual que en muchas ciudades del mundo, en tiempos de urgencia climática convergen en un mismo escenario la necesidad de defender los árboles amenazados y las múltiples invitaciones a sembrar de nuevo lo perdido. La urgencia de aumento de las acciones solidarias directas, como las de los obreros que detuvieron sus máquinas resistiéndose a accionar con ellas en contra de su bienestar y el de sus propias familias. La necesidad de trascender las «agendas verdes pantalla», paliativas de conciencias, muy vistosas y prontamente abandonadas, que compensan superficialmente los daños. Y la también urgencia de estrategias coordinadas, significativas y efectivas de acción ciudadana. Una necesidad a la cual el proyecto de corredor biocultural amorosamente gestado durante años por Reforestemos Qro ha aportado significativamente.

 

No son pocas las complejidades que la población urbana del siglo XXI está sorteando para preservar sus árboles sostenidos en la línea delgada entre la expansión y la preservación. Lo acontecido en Querétaro el transcurso de este año ejemplifica a cabalidad las contrariedades de las ciudades “modernas” que quieren ser “sostenibles”. Espacios de deliberación democrática restringidas a los saberes “expertos”. Voluntad política  dislocada entre dichos y hechos. Redes de complicidad que destruyen masivamente por un lado y restauran a cuenta gotas por otro. Utilización política de las acciones ciudadanas y de las luchas ecológicas. Adjudicación indebida de procesos comunitarios. La invitación de reforestación masiva del Cimatario fuera de temporada y sin los permisos correspondientes para dispersar la protesta, luego el súbito interés por Peña Colorada abdicando- eso sí- a la responsabilidad Estatal, tras años de desinterés y negligencia. La aparición repentina de logos durante la Tercera Limpia del río Querétaro, las lonas de “Alcalde en tu calle” en la Tercera Reforestación Masiva de Huimilpan, acompañadas de árboles sin condiciones de siembra que fueron plantados ¡en bolsas de plástico!.

 

Gobernantes que tildan las denuncias de golpes de “adversarios políticos”. Que utilizan revistas ecológicas como medios publicitarios y liberan campañas “ambientalistas” mientras su población se desborda en denuncias. Soluciones mediáticas y resarcitorias antes que integrales y profundas. Funcionarios de nombre y apellidos que importa no dejar difusos tras el genérico “mal gobierno”. Cifras de tala que no coinciden con los inventarios ciudadanos y una tasa no contabilizada de árboles sin mantenimiento destinados a la muerte desde la siembra o el trasplante. Son los contextos socio ambientales que dibujan infinidad de ciudades latinoamericanas.

 

Entre tanto, Querétaro va perdiendo uno a uno sus abuelos y guardianes. Prácticamente nadie recuerda el gran sabino cuyas raíces guardaban los 42 manantiales que durante siglos nutrieron el famoso acueducto y cuyo tronco abarcaba el abrazo de 37 personas. Todavía algunos conservan el vívido recuerdo del Laurel de la India del cruce entre Avenida Universidad y Corregidora, cuya muerte décadas atrás enfureció a muchos de los habitantes. Este año cayeron los 43 de San Juan del Río, otros tantos en Menchaca y Zaragoza. Ni las promesas, ni las retóricas que reducen funciones ecosistémicas a un juego de números, 1 a 3, 4 por ciento, logran preservar en lo concreto ni dar sosiego a una ciudad que llora sus árboles, que son vida.

 

“Vimos caer árboles centenarios en una sola mañana. Plaza Citadina en el Pueblito. (…) Lo hicieron con corrupción y sin enseñarnos la documentación. Lo hicieron riéndose en los videos que les grabamos. Lo hicieron llevando paleros de otros lados para insultarnos y confundir. Quieren hacerlo en avenida Zaragoza y avenida Constituyentes…  No lo vamos a olvidar. Hay días en los que de verdad… son para llorar.”

 

Mientras que el mundo empieza a asumir el cuidado de la vegetación como una política de salud pública, en Querétaro todavía se aplauden las obras que “ojalá mejoren el flujo vehicular” a costa de oxígeno, regulación térmica, sombra y captura de CO2. Como si no fueran los arboles quienes facilitan la infiltración del agua en la tierra. El mismo año en que se disparan en la zona metropolitana las alertas por contaminación atmosférica y los niveles de estrés hídrico. A población suicida, política suicida, pensaríamos si no viésemos cada domingo en diferentes puntos las manos de los más jóvenes, adolescentes y niños, luchando por un futuro que el presente amenaza. O en los barrios tradicionales los últimos bastiones de resistencia.

 

Como en otras ciudades, la adversidad deja esperanza en forma de aprendizajes que trascienden diferencias en favor de propósitos comunes. Van gestándose diálogos comunitarios intergeneracionales donde las crudas preguntas¿qué pasó con los ambientalista de los 60s? o ¿por qué no pudieron cambiar el rumbo? empiezan a hacer eco en nuevas generaciones. Ahí donde espontáneamente se reunieron las lágrimas de Roberto por las aguas contaminadas y las de Francisco por los cerros devastados. Donde sobre tejidos de amarres hechos por manos de mujeres encontramos en nuestras luchas comunes que no hay separación entre los árboles del río, del cerro y del camellón. Entre “la ciudad” y “la naturaleza”. Entre los pies y las raíces.

 

Escrito por Elvira Herrera (Eco Maxei)