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Papúa Nueva Guinea: un paraíso de costumbres que atentan contra los Derechos Humanos

Matrimonios forzados, guerras tribales, violencia, desigualdad de género, pobreza absoluta… un gobierno que respeta las costumbres sociales por encima de los derechos civiles

Papúa Nueva Guinea es uno de los países con mayor diversidad cultural del mundo y en donde las costumbres y tradiciones de cada comunidad siguen predominando por encima de las leyes. Alrededor del 80% de la población vive en zonas rurales en la línea de la pobreza absoluta, donde el acceso a la educación y al empleo es muy limitado. Las leyes del país aseguran una participación equitativa de hombres y mujeres en el desarrollo socioeconómico, sin embargo existen factores políticos, culturales y sociales que impiden que las mujeres permanezcan dentro del sistema educativo y laboral. Las mujeres en edad escolar tienen un alto riesgo de sufrir violencia sexual y doméstica, y muchas veces esto sucede en el camino para ir o regresar de la escuela. Por otro lado, el país posee la tasa más alta de contagio de VIH/SIDA de la región, y muchas personas no tienen acceso a tratamientos. Esto se ha dado debido a la alta cantidad de personas que han sufrido violencia sexual y el contagio a recién nacidos.

 

¿Qué sucede con los derechos humanos cuando las costumbres sociales son las responsables de regir a un país completo? Existen más de mil grupos culturales en Papúa Nueva Guinea, y la mayoría de éstos tienen su propio lenguaje y sus propias costumbres. En las comunidades rurales se acostumbra casar a las niñas a partir de los 12 años, a pesar de que la edad mínima legal para el matrimonio es de 16 años para mujeres y de 18 para hombres. En la mayoría de los casos no sólo se trata de un matrimonio temprano y forzado sino que también se practica con el objetivo de pagar deudas familiares o recibir una dote que ayude a mantener la economía familiar. Por otro lado, el gobierno no prohíbe los castigos corporales dentro del sistema educativo, por lo que muchas niñas y niños sufren de maltrato por sus superiores en las escuelas y casas. Asimismo, permite el tráfico de niños con fines de explotación laboral, de hecho, muchos de los padres de estos niños participan en la explotación de sus propios hijos para poder alimentarlos.

 

El sistema político de este país se ha visto en la necesidad de controlar ciertos aspectos culturales con el propósito de mejorar la estabilidad social, por ejemplo, ha reforzado una ley relativa a crímenes sexuales hacia menores y otra relativa a la protección de las y los niños. Sin embargo, el cambio no está en las leyes del país, está en las costumbres que han regido a la sociedad durante toda su existencia. Muchas mujeres han sido afectadas por las costumbres discriminatorias que aún se practican en sus comunidades; muchas niñas y niños han sido víctimas de explotación debido a que sus mismos padres lo permiten y lo practican. ¿Cómo garantizar los derechos humanos básicos cuando las leyes están regidas por remotas costumbres sociales?

 

Escrito por: Rossy Shamah Chattaj

Puedes escribirme a:  ros24sh@gmail.com