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¿Qué tiene que ver el cambio climático con la metáfora del sapo y con la acción colectiva?

Expertos coinciden en que nuestra percepción del cambio climático se equipara a la metáfora del sapo. Según esta metáfora si echas a un sapo en agua caliente salta inmediatamente, pero si lo echas en agua fría y vas aumentando gradualmente la temperatura el sapo se acostumbra y al final muere. ¿No nos estará pasando esto a nosotros? Estamos tan hartos de ser bombardeados con noticias sobre cambio climático, que quizás nos estamos acostumbrando como el sapo. Creo que nos queda claro, que los gobiernos solos no tienen ni la capacidad ni los incentivos para responder a este reto. Y que nosotros como ciudadanos tampoco lo estamos haciendo al nivel que lo necesitaríamos. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de esto?

 

Hace 2 semanas, se presentó el reporte de la Universidad de Oxford, que analiza los 12 principales epicentros climáticos. Los cambios climáticos en estos puntos pueden representar retos importantes para el sistema en términos de seguridad internacional, en especial porque muchos de ellos se relacionan entre sí, lo que quiere decir que podría darse un efecto dominó. La situación en estos centros está produciendo, y se prevé que siga produciendo, problemas de territorio (megaciudades costeras inundadas, tensiones por deshielo en el Ártico, desaparición de islas y países, aumento de migración y desplazamientos); gobernanza (incapacidad de los estados-nación de responder a los nuevos retos, aumento de tensiones y conflictos entre la población que depende del agua de montaña); alimentación /comercio (aumento en la competencia pesquera, rutas comerciales afectadas, daños en el comercio de commodities (p.ej. café); asuntos de seguridad (uso del agua como arma, aumento de los riesgos nucleares); salud (más y peores pandemias).

 

Tal parece que nuestra forma de relacionarnos con esta problemática ambiental está resultando un tanto peligrosa. Los que estudian estos temas afirman que esto se debe a razones, que van desde el hecho de que percibimos el cambio climático como un riesgo lejano hasta que dudemos de nuestra capacidad como individuos para generar cambios a nivel del sistema. Este último punto se debe a que sentimos que nuestras acciones no impactan realmente, porque los demás no las llevan a cabo, y/o se requiere de una trasformación más radical para enfrentar este problema. Por tanto, en vez de llevar a cabo acciones, que representan un sacrificio para nosotros y que no hacen una diferencia, preferimos no hacer nada. Sin embargo, el problema sigue avanzando. Quizás si empezáramos a pensar en formas colectivas de actuar, para unir los esfuerzos individuales, podríamos hacer algo. Eso, entre otras cosas, implicaría identificar los problemas prioritarios para tener un mayor impacto, y ejercer nuestro poder como consumidores y ciudadanos con una estrategia colectiva para contribuir a frenar el cambio climático.

 

Escrito por Melissa Cuevas 

Asesora en Ecovalores