No voy a preguntar siquiera si en algún momento has escuchado la frase, “En México si eres bueno te ven la cara de @%$&” sino cuántas veces la has escuchado en este último año. Es tan famosa la frase que nuestro cerebro puede fácilmente completarla por pura inercia añadiendo diferentes adjetivos dependiendo de la situación. Es tan escuchada que hasta resuena en nuestra cabeza cada vez que intentamos hacer algo bueno o positivo, sabedores que a cambio nos podría ir peor de cómo estábamos; como si ya supiésemos que el tiro nos saldrá por la culata. Y por ello, parecería que en México es difícil actuar de forma recta, no sólo por el sacrificio que representa sino porque también nos hace recordar lo difícil que es enfrentamos diariamente a un clima adverso y poder actuar siempre de manera ética.

Al contrario de muchos países, aquí las personas nobles y que actúan de buena fe son vistas como ingenuas y como si no fueran muy conscientes de su realidad. La bondad aquí no se relaciona con fortaleza o con éxito. Aquí, en cambio, se tiene la idea de que las personas que tienen poder son y tienen que ser abusivas o tramposas. Existe por lo mismo la firme creencia de que ya que “el poder corrompe” está justificada, de manera inconsciente, la falta de escrúpulos en las posiciones de liderazgo. Pareciera que en México las personas ventajosas son las que llegan lejos y socialmente terminan siendo las más admiradas (de manera abierta o secreta).

Es importante ser conscientes cada día de esta carga dentro de nuestra cultura para poder combatir este tipo de pensamientos tan, tristemente, reafirmados (a veces por la misma realidad). Se requiere luchar contra la famosa creencia de “el que no tranza no avanza” porque aunque ser honrado en México tenga el doble de mérito, se necesita hacer el bien, siendo inteligentes y ágiles dentro de un sistema que exige firmeza, para llegar a una idea de liderazgo que busque la justicia, el meritorio reconocimiento social y el bienestar social. Sin ello, seguramente seguiremos siempre perdidos.

Escrito por Maritza Salcido