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El miedo a ser un don-nadie y otros demonios de la soledad del emprendimiento

No es muy común recordar a Octavio Paz en los talleres de Emprendimiento y menos en charlas de café en temas de innovación. Menos es escuchar citar a Camus para hablar del sufrimiento de emprender en los foros del Inadem y es verdaderamente raro oír nombres como Heidegger, Sartre o Carnap en las discusiones  entre incubadoras y aceleradoras. Por supuesto que cualquiera podría responder, «esos temas no son pertinentes en este sector», pero quizá sea por esa razón que es tan difícil emprender. Es tal vez porque no profundizamos en estos autores desde el mundo de los emprendedores que nos cuesta mucho entendernos, comprender nuestros problemas y nuestras situaciones en el mundo. Es quizá por esta razón que lo frustrante de emprender te convierta te haga cada vez más solitario, aun cuando eres el epicentro de muchas redes de personas.

¿Qué podemos aprender de Octavio Paz? Además de confirmar que los mexicanos se ningunean constantemene, desde su laberinto de la soledad conocemos ese miedo que vivimos por convertirnos en don-nadies, por lo que luchamos día con día para sobresalir. Es quizá, en vez de un motor positivo (quiero sobresalir) nuestra lucha por emprender en realidad un motor negativo (no quiero ser un don-nadie) el que nos hace lanzarnos a la aventura. Y podría ser que precisamente ese cambio del chip pueda darle un poco de paz al emprendedor. Porque si el miedo de no sobresalir es mayor que el miedo de caer en el precipicio, quizá quiere decir que no estemos tan mal como lo pensamos. Es decir, el hambriento no espera caviar para cenar porque sabe que un pedazo de pan y una sopa caliente es un logro suficientemente grande por una noche. ¡Qué bueno que los emprendedores, por los primeros meses de sus esfuerzos, sigan pensando en el caviar y no en el pedazo de pan! 

Porque habrá momentos, seguro, en que la sopa caliente suene como un sueño quizá al finalizar el primer o segundo año de emprendimiento. Y cada logro, cada venta, cada acuerdo vendrá con fuegos artificiales, con fanfarreas y lluvias de confeti. Será en ese momento que quizá hayamos comprendido algo más de nosotros: que así como Roma no se construyó en un solo día, nuestros proyectos tuvieron que pasar por un derrumbe y recomienzo de expectativas para poder tomar nuevo rumbo. Aprenderemos que dejar de pensar en el caviar nos hará pensar en el pan, para luego pensar en la sopa, para luego pensar en otras cosas mayores, y así sucesivamente. Octavio Paz nos enseña que los mexicanos tenemos muchas máscaras en nuestro día a día. Quizá sea la del miedo a no sobresalir una más que nos podamos quitar.

Escrito por Roberto Carvallo Escobar

Director General de Terraética, Co-fundador de Prometeo Sustentable

y escritor de La rebelión de los pelones

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