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Después de la tormenta, viene la factura

Pocos momentos tan gloriosos que escuchar decir al cliente, «mándame la factura». Tal vez  todo asalariado tiene el similar gusto cuando se sabe cerca de la quincena. Pero existe una diferencia, las facturas no vienen periódicamente ni con un paso fijo y constante. Y tampoco la llegada del día quincena y salario marca lo que podría ser el final del trabajo realizado. Es más, marca en vez una continuidad; una gloriosa continuidad, cosa que la factura, no. La factura determina que lo que se empezó, avanza o si es factura final, ha tenido su esperado final, con su correspondiente pago, no hay que olvidarlo. 

Y es así que toda consultoría o proceso de asesoría, o entrega de servicio y producto, tiene un final feliz, después de horas y horas de trabajo que parecen infinitas y que casi siempre, hacen pensar al pequeño empresario que se cobró poco. Sin embargo, todo sentimiento encontrado y aquellos momentos de frustración se desvanecen suavemente cuando se mira la cuenta de la empresa o la cuenta personal si uno es micro o freelancer y encuentra en primera plana que el depósito, sin importar si es con IVA retenido o trasladado, ha llegado. 

En ese momento, se sabe que las deudas de salarios y con proveedores pueden saldarse, sabiéndo de antemano que no quedará tanto como para tener tranquilidad muchos meses más pero ¡qué importa en ese momento!; lo que importa ahora es que el cheque llegó para por lo menos calmar un poco él hambre del trabajo realizado. La luz, sea débil, llega con cada factura enviada. La tormenta cesa por unos días, unas horas, unos minutos.