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Desde San Pablo Extramuros, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré recordando los ecos de mis pasos en la Basílica de San Pablo Extramuros, en Roma. A comparación de la Basílica de San Pedro que recibe miles de turistas al día, la Basílica de San Pablo tiene un número más que modesto de visitantes amén de que existen poco más de 10 kilómetros de distancia entre una y otra. Resalta el hecho de que la Basílica este considerada dentro de las tres iglesias más grandes de la cristiandad –la primera es la ya mencionada Basílica de San Pedro. La Basílica se funda porque se cree que ahí está la tumba del apóstol San Pablo.

 

Al llegar al lugar, la construcción asemeja un cuadrado, por un lado esta la entrada, en el lado paralelo se erige la bóveda del edificio y en los dos lados restantes hay grandes pasillos –uno de cada lado- que junto con el lado de la bóveda están sostenidos por grandes columnas. En la parte central de dicho cuadrado hay jardines modestos con no más de cuatro altas palmeras y verdes setos. Lo que impresiona es la escultura de pie que se encuentra en el centro de dicho jardín. Se trata de un adusto y enérgico San Pablo de gran tamaño. Va envuelto en su toga. Su rostro –envuelto por una especie de capucha, solo es visible en tanto uno se acerca a los pies de la escultura. En la mano izquierda lleva lo que supongo son las muchas epístolas que escribió a lo largo de toda su vida y en la mano derecha cerca del corazón una espada desenvainada. Finalmente su pie derecho sale del pedestal de la escultura y podemos ver su pie enfundado en una sandalia, lo que nos remite al constante movimiento de un lugar a otro que realizó en vida. La escultura es majestuosa en tanto severa.

 

Ya en el interior de la basílica, hay una especie de cenefa en lo más alto del techo que corre por todo el perímetro de la basílica. Dicha cenefa esta compuesta por cuadros –en forma de medallón- con los rostros de todos y cada uno de lo que han ocupado el cargo de vicario de Cristo. Debajo de cada cuadro se específica la fecha de inicio y de término de su pontificado. Cuando uno llega al Papa actual hay un reflector escondido a la vista de los visitantes que apunta a la pintura resaltándola de todas las demás. La sensación de continuidad a lo largo de tantos siglos permite dimensionar el peso específico de la cristiandad en la historia del hombre durante los últimos dos mil años. Es impresionante recorrer el lugar en solitario y caer en cuenta de que los ecos de los propios pasos son como los ecos del tiempo que se pierden en la lejanía. Más nos valdría seguir el ejemplo del apóstol y escribir cartas a diestra y siniestra para dejar testimonio de nuestra verdad antes de que ésta sea devorada por el tiempo.

 

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido