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Desde Matria, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré en una sala de la Cineteca Nacional. Motivado por la sinopsis, ilusionado por el tráiler disponible en internet, en amena compañía y aprovisionado por una bolsa de palomitas me dispuse a dejarme llevar a un viaje cuyo curso sería marcado por Fernando Llanos, director del documental Matria. De por sí el nombre de Matria apela al neologismo –palabra nueva- de ver en la Patria en la nación ese sustrato maternal que nos genera un sentimiento de identificación nacional.

‘Un charro que fue revolucionario, masón, político y empresario…’ son las primeras líneas que introducen la vida de Antolín Jiménez. El director-nieto, Fernando Llanos, es quién se da a la tarea de averiguar las hazañas e hitos en la vida de su abuelo. Matria nos transporta a una época de México en que el fin de una fratricida Revolución, la fundación de un partido político hegemónico y el arribo a la modernidad prometen horizontes de bienestar jamás imaginado por las clases populares. En ese entonces la movilidad social -el elevador social- estaba en pleno funcionamiento; para los aficionados a la economía basta decir que el crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) era del 7% anual y sostenido. No en vano a esa época se le llamó el Milagro Mexicano (hoy apenas llega al 2%). Todo lo anterior sustentó que personas como el abuelo de Fernando Llanos o mi propio abuelo fueran participes del desarrollo y el progreso nacional auspiciados por un orden político y una economía en crecimiento; pero, más importante aún, por mexicanos trabajadores y comprometidos con sus ideales –los que sea que estos fueran.

No pude evitar relacionar Matria con las pláticas vespertinas que por años tuve con mi abuelo. Quien desde su silla de la cocina me ilustraba sobre los grandes nombres de la política mexicana de mediados del siglo XX. Describía sus hazañas personales como miembro del partido hegemónico, que iban desde haber formado parte en la valla de protección en la visita de Kennedy a México, hasta haber fundado un pueblo en Veracruz –llamado la Nueva Era. En no pocas ocasiones mi abuelo me asombró con sus charolas del gobierno, del partido, incluso con su arma de cargo. Sus anécdotas me previnieron no sólo de la masonería sino también de las traiciones del zoon politikon. En fin, independientemente de si ustedes tuvieron la suerte de tener un abuelo como el de Fernando Llanos o como el mío les recomiendo ir a ver Matria (en la Cineteca Nacional) para reflexionar sobre  El México que se nos fue y el México que nos quedó.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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