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Desde las Vitrinas, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré recordando mis andares en Ámsterdam, Holanda, a partir de una plática con una amiga que me describía su más reciente viaje a la ciudad que se formó a partir del “dique del río Ámstel”, o dicho en el idioma holandés: Ámsterdam. Muchos relacionamos Holanda con los tulipanes, inmensas e inteligentes obras de ingeniería que hacen que cada año Holanda le robe terreno al mar, casas con techos de dos aguas con poleas en el vértice e incluso con la compañía petrolera Shell –una de las 4 petroleras más importantes del orbe.

Recuerdo que me tocó la época en que los clásicos molinos de viento iban poco a poco desapareciendo. El trono lo ocupaba la reina Beatriz –una de las principales accionistas de la Shell.  En ese entonces el hecho de que cualquier persona podía asistir a una “coffee shop” y pedir hasta 5 gramos de drogas blandas hacía temer que Ámsterdam se volviera el agujero “yonki” de Europa. Y bueno el barrio rojo con sus tradicionales vitrinas en donde jóvenes ofrecían su compañía y rentaban sus suspiros hacía pensar en lo avanzado de la sociedad holandesa en tanto dichas jóvenes eran consideradas trabajadoras formales, con la seguridad social y prestaciones laborales que sus pares de Bangkok, de Las Vegas, de las Violetas, México, y demás lugares de prostitución en el globo ni siquiera sueñan. Cabe mencionar que el dicho barrio la vida cotidiana se gesta sin ningún tipo de alteración. Una familia puede vivir en el piso superior o al lado a donde existe una vitrina. El estigma de comercio sexual no llega a percibirse por dos motivos principales: i) existe una educación y respeto hacia la actividad por parte de los ciudadanos que viven cerca de alguna vitrina y ii) la trabajadora sexual es profesional en tanto tiene un lugar de trabajo con condiciones sanitarias y de seguridad que incluso le permiten rechazar clientes que por algún motivo no le agraden.

Actualmente las cosas han cambiado: la reina Beatriz abdicó en favor de su hijo Guillermo Alejandro, la política de acceso a “coffe shops” se acotó principalmente a ciudadanos holandeses y se dice que el modelo de seguridad laboral para las trabajadoras de las vitrinas del barrio rojo entró en crisis. Sin embargó, en el mismo barrio rojo siguen viviendo las mismas familias de clase media y las condiciones de quienes ahí laboran siguen siendo por mucho superiores a otros lugares de prostitución en el mundo. Todo cambia pero es el respeto y la educación de los individuos lo que permite salir adelante y superar el bache, por más profundo y grande que sea, aun cuando alrededor existan drogas y prostitución. Habría que poner al tanto a todos aquellos puritanos obsesionados con encontrar pecado en toda acción y pensamiento de la existencia humana.

Escrito por Erick Aguilar

 Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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