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Desde la Pasteria, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré recordando mis andares por tierras hidalguenses. Específicamente por la bella y airosa ciudad de Pachuca, Hidalgo. La ciudad tiene como lugar emblemático el llamado reloj monumental el cual tiene la característica de tener una maquinaria idéntica a la del Big Ben de Londres en el Reino Unido. Además el Estado de Hidalgo es cuna de dos hitos de la cultura mexicana, ambos provenientes de la actividad minera que empresarios británicos desarrollaron por mucho tiempo en el estado.

Primeramente, el fútbol soccer fue un deporte proveniente del Reino Unido y que tuvo una excelente acogida por parte de los mineros de Real del Monte –una zona montañosa minera por excelencia cercana a la ciudad de Pachuca. Es más que probable que el primer juego de fútbol haya tenido lugar en algún paraje de Real del Monte, Hidalgo. El otro hito es culinario y también se desprende de la presencia británica en la zona de Real del Monte; me refiero al Paste, aquel manjar que a diferencia de las empanadas no tiene una masa de hojaldre y que posee una distintiva trenza que en su momento los mineros usaban para asir el propio paste. Los mineros se comían el relleno –consistente en papa, cebolla y carne molida- y después tiraban la trenza puesto que ahí se quedaban los residuos del metal que los mineros tenían en sus manos –el hábito de lavarse las manos antes de comer era poco frecuente entre mineros que pasaban más de 12 horas adentro de una mina. Y con respecto al nombre de Paste, su origen es la aculturación de la palabra anglosajona “pastry” que significa pasta o empanada.

Actualmente, debido a los momentos de crisis por los que pasa México es frecuente observar pequeñas y continuas muestras de nacionalismo que van desde postear la bandera nacional como imagen de perfil en redes sociales hasta elaborar “pactos de unidad nacional”. El problema de los nacionalismos –y lo digo como alguien que a la menor oportunidad busca evidenciar el orgullo que tiene de ser mexicano- es que su puesta en marcha sin la supervisión de una mirada autocrítica nos puede llevar menospreciar, ignorar e incluso a calificar de espurias las contribuciones que otros pueblos, naciones y personas extranjeras han dado a nuestra cultura. Peor aún nos lleva a repetir los mismos discursos, las mismas palabras de aquellos necios que ven en el individuo extranjero el mejor muñeco de paja para culpar, satanizar y quemar.

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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