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Desde "la noche de San Juan", viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré recordando mis andares por Santiago Acutzilapan, Estado de México. Un dato muy particular del poblado es que ahí se venden muchísimos artículos de plástico, desde banquitos hasta utensilios de cocina; es la tierra del plástico. Varios oriundos me platicaban que la dinámica del pueblo se da como sigue: todo el año muchos habitantes de Acutzilapan se dedican a viajar a lo largo y ancho del país para vender toda su producción de utensilios de plástico y luego en el mes de julio todos los comerciantes oriundos del lugar vuelven para celebrar la fiesta del señor Santiago –la fiesta patronal- y sobra decir que en la fiesta hay palenque, rodeo, bodas y XV´s años durante dos semanas.

Es raro el lugar en donde las fiestas patronales no sean el espacio y el momento cuando toda la población eroga cantidades obscenas de dinero. En efecto, los comerciantes regresan antes de la fiesta y por ende, regresan cargando el dinero de todo un año de trabajo; dinero que en buena medida es usado para pagar a las bandas, la comida y demás gastos para agradecer la venta del año. Venta que paradójicamente no tiene otro fin más que pagar festejos en vez de invertirse –salvo algunas excepciones-. El papel de las fiestas patronales en México es muy ambiguo. Por una parte sirven para crear vínculos, divertir, incluso hasta para democratizar la convivencia entre el noble y el villano –en clave de Fiesta de Joan Manuel Serrat-. Pero por otra parte pueden ser considerados estos gastos como superfluos y frívolos que como buenos padrinos hay que apoquinar sin importar lo que se tenga que empeñar. Hasta los gobiernos municipales son evaluados en su gestión no por la obra social y desempeño administrativo que hacen sino por el prestigio y la fama de la banda que tocó este año.  ¿Es real que traer al «Recodo» o al «Mimoso» es más importante que pavimentar las calles o gobernar adecuadamente?

Disfruto inmensamente las fiestas patronales y veo mucha riqueza y valía en cada una de ellas, sin embargo no puedo ser ciego al despilfarro y al dispendio económico y hasta ambiental existente en cada una de ellas. Desde el diezmo colonial, el apadrinamiento de todo tipo de eventos, la tarjeta sobregirada, el empeño crónico y hasta la deuda extranjera somos una nación culturalmente adoctrinada a deber y adquirir lujos que no podemos mantener; a fanfarronear el último Iphone sin un solo peso de tiempo aire. Así nos hicieron…y al parecer así nos gusta seguir siendo.

 

Escrito por Erick Aguilar

 Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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Editado por Resilientemagazine.com