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Desde la Barranca, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré andando por la Barranca cerca de San Antón, en la zona de barrancas de Cuernavaca. La zona en su momento fue lugar de producción de frutas, alberge de especies únicas como el cangrejo barraqueño  y hasta de turismo regional. En sus ayeres la gente paseaba por la zona y comía en los restaurantes ubicados al pie de la barranca y consecuente cascada del río del Salto, cabe mencionar que el microclima generado en la zona era fresco y formaba un binomio excelente con el clásico calor del estado de Morelos.

 

Andando por el lugar, ahora olvidado y totalmente descuidado, platiqué con un par de muchachos locales. Los chicos no conocen otro río del Salto más que aquel espacio sucio y contaminado que han visto toda su vida, en donde ropa, basura y hasta mochilas son parte del decadente paisaje. Sucedió que en un momento particular, personas locales de la tercera edad se integraron a la plática y les fueron describiendo a los jóvenes detalles, lugares y acontecimientos relativos al sitio que los jóvenes no sólo ignoraban, sino que ni siquiera imaginaban. Fui testigo de algo tan clásico como mágico, la transmisión no sólo de conocimiento sino de vivencias de una generación a otra.

 

Más allá del estigma que pesa sobre la juventud por el simple hecho de ser joven, es necesario pensar en que todo ser humano, en especial los jóvenes precisan de alguien con quien compartir no sólo sus miedos o inquietudes, sino también alegrías y logros. Hace algunos días nos enteramos de la triste noticia de una chica llamada Karen que a sus 14 años murió en un tiroteo por presuntamente haber robado un auto en compañía de otros menores de edad armados. El triste suceso pone en relieve el papel de victimario (como ladrona) pero también de víctima (joven para quien las oportunidades de hacer algo distinto y mejor no se dieron o no fueron suficientes) de Karen. Enlazar e incentivar espacios de encuentro entre distintas generaciones y especialmente entre grupos socialmente relegados como los jóvenes y las personas de la tercera edad sería un buen principio para empezar a valorarlos, para compartir sus experiencias y para recordar que todos fuimos jóvenes y muy seguramente seremos viejos.

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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