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Desde Huitzilac, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré bebiendo pulque en el montañoso pueblito de Huitzilac, Morelos. La neblina bajaba lo mismo que la temperatura y una tímida llovizna rozaba las frentes de los parroquianos. Enclavado en los límites de la Ciudad de México, el Estado de México y el estado de Morelos, la tierra de las aguas de colibríes es una zona en la cual las barrancas captan el agua que dará origen a varios ríos como el Apatlaco, que atraviesa de norte a sur Morelos.

 

Es una paradoja cruel el hecho de que la población este asentada sobre ingentes cantidades de agua subterránea –tanta como para dar origen a ríos- y no puedan beberla. Dicha agua esta enterrada profundamente en la tierra, y en su vida cotidiana la gente padece de la falta de agua, también llamado estrés hídrico. Las barrancas de Hiutzilac son lugares en donde corre agua viva, es decir nunca antes entubada, pero entre más cerca se encuentran de la zona urbana más se acrecienta la polución y contaminación de las barrancas y por lo tanto del recurso. Es una constante usar riachuelos de agua clara, potable y viva para dirigir a ellos nuestra mierda, orines y demás desechos por medio de tubos de pvc volados hacia la barranca que no es de nadie y debería ser cuidada por todos.

 

La contaminación de barrancas y ríos urbanos tiene una constante tanatofílica y hasta suicida: destruir lo bello y sano en favor de envenenar aquello que rodea el lugar donde vivimos nosotros y los que amamos. Cambiar la frescura de un arroyo limpio y potable por el zumbido de mosquitos nacidos en agua sucia que transmiten enfermedades; trocar la recreación de pescar y retozar sobre un río vivo por la nata de desperdicios y basura que recorre lentamente un drenaje a cielo abierto que algunos todavía llaman cauce de río. Quizá está en nuestra naturaleza el trocar lo bello por lo triste, el paraíso por el humano progreso –whatever that means- …prueba de lo anterior es que no tengo dificultad en recordar las varias ocasiones en que preferí el nocivo desamor al tierno y coqueto beso de un amor bello y puro.  

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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