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Desde el taller de Verrocchio, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré entre vitrinas y modelos a escala de las obras de uno de los personajes más emblemáticos de la creatividad humana: Leonardo da Vinci. En 1452, en Anchiano, cerca del poblado de Vinci, en Italia nace Leonardo. Estudiosos como Clark, Pater, Poggi, Solmi, Vasari y Venturi –por mencionar unos cuantos- que han dedicado toda su vida entera a documentar y hasta descifrar la vida del genio coinciden en que su infancia estuvo rodeada de naturaleza que fue el caldo de cultivo ideal para detonar su imaginación. Pater menciona que en su infancia Leonardo se la pasaba  “…mirando los lagartos, luciérnagas y otros extraño animalejos, tan numerosos en los viñedos italianos”. Así, entendemos que la capacidad de observación fue una característica adquirida desde muy temprana edad.

 

Posteriormente, Clark y varios más describen la relación que Leonardo tuvo con su primer y más influyente mentor, Verrocchio. Antes de cumplir 20 años, Leonardo se mudó a Florencia donde trabajó y aprendió en el taller del artista y artesano responsable –entre muchos otros proyectos- de fundir la esfera de cobre dorado que en la actualidad corona il Duomo de Florencia. Cabe mencionar que dicha fundición y colocación representaron proezas de ingeniería y de manejo de materiales para la época.

 

Lo que vino después de su paso por el taller de Verrocchio en la vida de Leonardo da Vinci es objeto de innumerables discusiones, entre mecenazgos, la corte de los Sforza y la continua creatividad el hombre Leonardo da Vinci sede su lugar al mito de Leonardo. Quizás la última certeza que los estudiosos nos dan es que el punto que generó la amplia gama de temas que Leonardo llegó a dominar fue la pintura. Por la necesidad de plasmar cuerpos humanos a detalles es que da Vinci incursiona en la anatomía. Con motivo de dominar la serie de transiciones suaves que dan la idea de movimiento en una pintura es que da Vinci estudia mecánica y dinámica. Y así mucho del genio renacentista y sus inquietudes intelectuales derivan tarde o temprano en una única raíz: la pintura.

 

Ahora bien,  ¿cómo entender al genio de la pintura que a la par diseñaba máquinas de guerra para la corte de los Sforza? Me atrevo a aventurar una hipótesis. Leonardo no era ingenuo –sus claves de escritura al revés en así lo demuestran- y por ende sabía que para mantener el orden social que le permitiese disfrutar de mecenazgos papales y de los Médicis había que resguardar las fronteras y asegurar la supremacía armamentística. Me es muy curioso que mientras mi querido Maquiavelo escribía los pros y contras de la unidad italiana, Leonardo por su parte se encargaba de hacer lo propio para salvaguardar el estilo de vida –mecenazgos incluidos- que le permitía dedicar todo su tiempo a crear y descubrir lo jamás pensado.

 

Finalmente, pienso que la mejor forma de conocer a un genio es conociendo su obra, por ende recomiendo enfáticamente la exposición “El Universo de Leonardo da Vinci” que estará hasta agosto en la ciudad de Cuernavaca. El recorrido y las piezas exhibidas están organizados y pensados para el público en general. A lo largo de una hora y media quien asiste puede maravillarse con modelos a escala y videos amenos sobre uno de los más grandes seres humanos que han pisado esta bella tierra…y el taller de Verrocchio.

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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