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Desde el Río Urbano, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré escudriñando la red, buscando una de mis pasiones de unos ocho años a la fecha. Recuerdo que de pequeño mi abuelo me platicaba que en una de sus salidas de campo del bachillerato fueron a Xochimilco y que entre pulque y trajineras extraescolares sus compañeros lo ovacionaban cada que hacía el salto del tigre para terminar con un chapuzón en las entonces cristalinas –y bebibles- aguas de Xochimilco. Posteriormente cuando decidió mudarse y llegó a vivir a la Ciudad de México  -a mitad del siglo pasado- aún le tocó ver el río que pasaba detrás del Palacio Nacional y que llegaba hasta Xochimilco e incluso beber agua de alguna de las fuentes del actual Centro Histórico.  Con el tiempo fui topándome con bellas litografías del embarcadero de Roldan -en el centro histórico-, con relatos y fotos de época de personas que se cortaban el pelo en bordes del Canal de la Viga y que mientras el peluquero hacía su trabajo veían pasar las canoas multipropósito por dicho cuerpo de agua.

 

Seguramente la mezcla entre fascinación y nostalgia de relatos, litografías y fotos formó en mí el deseo curioso de ver ríos vivos atravesando la bella Ciudad de México en pleno siglo XXI. Imagino el regreso de una ruta fluvial que conecte el Palacio Nacional con algún embarcadero de Xochimilco. Tengo la ilusión de que yo –o quizá mis nietos- sacien la sed veraniega con un sorbo a la orilla de un cauce o fuente sin miedo a contraer tifoidea o morir en el acto. Algún tiempo pensé que tales pensamientos eran sueños fruto de la ingenua mocedad y de la ignorancia técnica de costosas e imposibles obras; hoy –y desde hace ocho años- me dedico a buscar y coleccionar casos de recuperación de ríos urbanos que le muestran al mundo que ES POSIBLE revitalizar, cuidar y amar nuestros cauces urbanos.

 

El Río Cheong gye cheon, en Seúl Corea con su sustitución de calle por río fue el primer caso que me enamoró. El River Walk, en San Antonio, Texas, me enseñó de colores y paseos. El Río Sinú, en Montería, Colombia me dio esperanza para los municipios. El Río Singapur me legó la necesidad de agregar a la obra ingenieril la educación ambiental. Y nuevos conocidos como el río Bilbao, Guayaquil y el mismo Sena me ayudan a proyectar lo deseable y lo indeseable para nuestros ríos urbanos, en especial para nuestro cercano Canal Nacional en la Ciudad de México.

 

Y así, embelesado con lo que es y lo que podría llegar a ser, sigo dando clic al mouse, siguiendo aquí o aquí , tomo nota de nombres y cifras y me asombro con nítidas y coloridas fotos de ciudades que son capaces de reencontrarse y de volver amar a sus ríos. Ríos que seguramente serán los protagonistas de las historias que en unos años les contaremos a nuestros nietos.

 

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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