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Desde el Claustro, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré en una recreación novohispana. El pasado domingo 24 de febrero se cumplieron 350 años de la profesión de votos de la décima musa. La recreación se llevó a cabo en el lugar original, el entonces convento de Santa Paula donde la orden religiosa de las jerónimas tenía su sede y que actualmente son las instalaciones de la Universidad del Claustro de Sor Juana.

 

A decir de los organizadores, tal recreación implicó una seria investigación que profundizó no sólo en las vestimentas y diálogos propios de la ceremonia sino también en la música y en las personas que estuvieron presentes. La recreación fue presenciada por un pequeño pero reconocido auditorio entre quienes pude distinguir a Juan Villoro y a Alfonso Suárez del Real -actual titular de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México-, entre otros. El auditorio Divino Narcisofue el escenario ideal para presenciar y disfrutar los exquisitos detalles de la recreación. Cabe mencionar que previo al ingreso a dicho auditorio se encuentra el llamado sotocoro del claustro en donde se alojan los restos presumibles de quien dejó de ser Juana de Asbaje y Ramírez para convertirse en la inmortal Sor Juana Inés de la Cruz.

 

Terminan los discursos y agradecimientos a quienes hicieron posible el evento, las luces se atenúan, cantos del siglo XVII son entonados tras centurias de silencio, varias monjas rodean el presbiterio, una de ellas se adelanta y sube los pocos escalones que la colocan a la altura del altar. Tras haber profesado los votos de castidad, pobreza, obediencia y clausura perpetua, dicha mujer es interrogada por el sacerdote:

 

-¿Está oprimida por deudas?

No –responde ella.

-¿Está casada?

No

-¿Está aquí obligada por alguien?

No –su última respuesta como laica.

 

La madre superiora se acerca y le cambia el griñón a la recién ordenada que se encuentra de hinojos. La ceremonia termina con quien de ahora en tendrá por nombre Sor Juana Inés de la Cruz bajando del altar y siendo arropada por sus ahora hermanas en la fe.  La noche del 24 de febrero del año de 1669, 87 nuevas monjas duermen en el Convento de Santa Paula en la Ciudad de México han jurado que de ahora en adelante vivirán en castidad, pobreza, obediencia y clausura perpetua. Sólo una de ellas ha jurado en secreto dedicar el resto de su vida a las artes, al conocimiento y a la belleza. Sólo una de ellas ha renunciado a la banalidad del mundo, para darle paso a su camino hacia la inmortalidad.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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