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Desde el Dispendio, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré recordando los sábados de gloria de mi infancia. Con motivo de la Semana Santa, hace varios años ya los vecinos salíamos de nuestras casas y cubeta en mano nos mojábamos mutuamente. Yo era un niño pequeño y recuerdo que debíamos de tener cuidado de no ser vistos por algún policía puesto que el dispendio de agua era sancionado. Con el paso del tiempo, en mi barrio ya no se acostumbran celebrar el sábado de gloria con cubetas y menos salir a la calle a mojar a los vecinos, sin embargo el dispendio y el mal uso del agua se siguen acostumbrando no sólo en mi colonia sino en muchas partes del Valle de México.

 

El problema del agua en el Valle de México es una paradoja del tipo de Zenón. Aquiles nunca alcanza a la tortuga por más que corra de la misma forma que siempre va a faltar agua en la Ciudad de México por más que nos inundemos. El agua potable para los habitantes de la Ciudad de México está mal distribuida. Por una parte la zona poniente –con sus zonas de alta plusvalía- tienen un acceso superior en comparación con la zona oriente –Iztapalapa principalmente- en donde la marginación social se conjuga con la falta de inequidad en el acceso al agua potable. Los ingenieros responsables de proveer a la ciudad con agua ven el tema como una cuestión de agregar más tubos. Si el actual Cutzamala –sistema que trae el agua desde Michoacán a la Ciudad de México- es insuficiente entonces hay que hacer otro Cutzamala más –uno que traiga el agua de la zona de balnearios de Hidalgo, por ejemplo. Esos mismo ingenieros deben de estar muy distraídos cuando se atascan en el tráfico del segundo piso del periférico y no alcanzan a ver el aprendizaje que ese mismo segundo piso nos dejó: por más que hagas más pisos de periférico estos se van a saturar de coches si no apelas a una solución de raíz, que va más allá de cuestiones técnicas y apela a cuestiones sociales, a costumbres, a modelos de desarrollo y apropiación del espacio urbano. Traer más agua potable a la Ciudad de México implica dejar a pequeñas poblaciones sin ella. Los mazahuas del Estado de México se levantaron en armas hace más de 5 años puesto que la ciudad literal, les robó –vía Cutzamala- el agua que necesitan para vivir.

 

Ya sea consumiendo agua embotellada por cualquier pretexto a lo largo del día en vez de usar un termo personal; barrer con manguera, dejar la llave del lavabo abierta mientras te cepillas los dientes, rasuras; dejar correr el agua de la regadera sin poner una cubeta debajo de ella mientras esperas que se caliente para meterte a bañar; lavar el auto en cada oportunidad que tienes o peor aún, realizar una descarga del tanque de 6 litros del WC para eliminar menos de 0.5 litros de orina, déjame decirte que lo único que estás generando y cultivando no es tu higiene personal. Lo que estás generando es que el Estado le quite el agua a personas que no tuvieron la suerte de vivir en una ciudad grande y por lo mismo es preferible dejar sin agua a un pequeño poblado que a una megalópolis. Lo que estas cultivando es el negocio de compañías de pipas repartidoras de agua con prácticas delincuenciales que venden agua cara a las zonas más pobres de la ciudad. Lo que estas generando es que niños pequeños se tengan que lavar los dientes con el agua amarilla que sale de sus grifos que huele a estiércol y tiene metales. Y quizá tú logro más grande sea abonar al conflicto y a la violencia entre autoridades y ciudadanos que como tú y como yo merecen disfrutar del agua pero cuya única diferencia es vivir más lejos de la toma de agua de lo que tú y yo vivimos y que por ende, al ser los últimos, ya no hay agua que les llegue. Piensa, por favor, piensa es cuestión vital.

 

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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