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Cuando tenemos la culpa de destruir el mundo…

La culpa es algo simplemente sensacional. Puede existir por decenas de años así como puede diluirse en tan solo unos segundos. El sentimiento se nos puede quedar por toda nuestra vida por alguna acción que cometimos pero otra acción similar, con una diferente justificación, no nos causa la misma sensación de culpabilidad, curiosamente. Y la culpa puede generar grandes cambios en el mundo pero también puede ocasionar los mayores quietismos jamás vistos. Y este sentimiento de culpa es tan terrestre que todos los animales de este reino, la tenemos. Unos más que otros. Unos hasta la disfrutan, y unos simplemente no pueden con ella, por lo que terminar la vida se convierte en la única solución válida para quitarse dicha sensación.

La culpa nos hace en muchas ocasiones reciclar o bien reutilizar materiales. También nos hace a veces ser honestos y a veces también deshonestos. ¿Quién en su sano juicio realmente criticaría a un padre que roba un pedazo de pan para dar de comer a su hijo que muere de hambre? La culpa es tan fugaz como flexible y plástica. Y por ello, puede ser una herramienta tan buena para poder cambiar el mundo. ¿Por qué? Porque precisamente es una herramienta que ha servido para destruirlo. Y por ello, hay que hablar de otro sentimiento muy conocido por todos: el famoso remordimiento. Y aquí juegan muy de la mano la culpa y el remordimiento.

Una de las preguntas más comunes es: «¿y no le dará remordimiento por hacer x o y?» Muchas veces, la respuesta está evidente en la pregunta, es decir, si nos atrevemos a preguntar, quiere decir que la respuesta es un claro «no», porque si fuera un «sí», entonces  el remordimiento y la culpa son tan grandes que evitarían toda situación. La culpa y el remordimiento es la cara contraria al clásico «el que tranza no avanza», a «el nomás tantito» o a «el mundo es así y hay que aceptarlo». Y hemos logrado como sociedad, poco a poco, día a día, oprimir estos sentimientos de culpa y remordimiento de lo que hacemos con el medioambiente, con los animales, las generaciones futuras. Y cada día lo hacemos también con nuestra propia especie; con nuestra sociedad y con el Otro. Que no sientas nada de culpa, aunque sea ajena, por el sufrimiento de la pobreza, de la hambruna o por el cambio climático, hace que hayamos logrado aún menos como sociedad de lo que pensamos.