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Algo que no sabías del Vive Latino que te dará mucho orgullo de ser mexicano

El Vive Latino de la edición 2016 no dejó ninguna duda de por qué es uno de los mejores festivales del mundo. Por su organización, por su cartel, por su impacto y por su forma de hacer las cosas que se agradece enormemente que exista y para los capitalinos del exDF, es y debe ser todo un orgullo que tenga su sede aquí año con año. Te puede gustar o no la música (mayormente rock) en español pero no te puede dejar indiferente la visión que tienen los organizadores del festival. Este año se apoyó a la comunidad Yaqui de México (la cual es históricamente resiliente y a su vez devastada) y su búsqueda por los derechos del agua. También su cartel y todo el arte del festival fue genialmente increíble. Hecho en México, y bien hecho.

Uno se siente orgulloso de todo lo que hace el festival pero también hay que decir una cosa de toda la gente que atendió al Vive Latino este pasado fin de semana y que ha asistido constantemente. Es gente que rompe bastantes paradigmas arcaicos mexicanos. Es gente hecha con otra pasta. Los asistentes mostraron, en su mayoría, por qué México debe sentirse orgulloso de nuestra sociedad y de nuestro contexto, y curiosamente lo hizo sin aspavientos políticos ni sociales. Lo que se vivió ayer muestra que México puede cambiar sus paradigmas de machismo que tanto le han pesado a nuestra sociedad. No es gratuito que simultáneamente hubo una marcha en las que las mujeres levantaron la voz para decir basta a la violencia de género. Y fue en Vive Latino en donde la violencia de genero encuentra su más importante rival: la tolerancia y la apertura de la gente. Por eso digo que los asistentes, en su mayoría, están hechos de otra pasta. Esta otra pasta, la cual siempre ha existido en México,  lucha contra la violencia, contra la represión, contra las injusticias. También, acepta, escucha y levanta la voz cuando se debe hacer. Los asistentes fueron solo una muestra de toda esa voz que se levanta en México, en sus calles y en sus ciudades, y dicen: México puede ser mejor.

En un momento, para mí, sublime, Café Tacuba [Tacvba] cerraba su participación en el festival con una de sus canciones más iconoclastas, o por lo menos, de mayor contenido social. «El baile y el salón» sonó  en el Foro Sol cantado por 100,000 almas, y México mostró que puede dejar su machismo atrás si todos pusiéramos de nuestra parte. La canción explícitamente relata el momento en que un hombre se enamora de otro durante un baile, y lo que pudo ser hace unas décadas un texto no aceptable para la censura más tradicionalista, aquí, en el Foro Sol se cantó por todos y todas, como si fuera cualquier otra canción, como si fuera la canción más sentida con la que cualquier persona se pudiera identificar sin importar su preferencia sexual. Pero la canción no se cantó como su fuera un himno a la libertad de genero o como una lucha social contra la represión o la violencia que se vive día a día en las calles mexicanas. ¡No! Se cantó como una canción más y eso fue lo que más me llamó la atención. Por lo menos en el Foro Sol no hubo necesidad de una bien merecida reinvindicación social de libertades, y todo por una simple razón. Ahí, en el Foro, no había necesidad ahí de tal reinvindicación. Desde que comienza la primera canción a sonar o desde que se pone un pie dentro del festival, se sabe que todos somos iguales y que debemos luchar por los derechos de los otros, de todos, sea de su agua, sea de su libertad, sea para que tengan paz, etc.